FELIZ 2004
Las últimas Navidades han pasado
como un tifón sobre mí. Entre
mis problemas laborales (es decir, no laborales),
económicos, anímicos, físicos y metafísicos
y los sexuales (es decir, los no sexuales),
he bebido más que nunca (y es un mérito
en mi caso, créanme). Es hora
de hacer balance así que voy a poner
en un platillo y en otro pros y contras
y a sopesar. Empecemos
por lo chungo. Me tiembla el pulso
y no puedo ni escribir con claridad,
también me tiembla la voz y hago
un ridículo espantoso en directo
por la radio cuando emiten
mi espacio de diez minutos sobre libros.
Vamos, que no me tiembla la polla
de milagro. En Nochevieja me han dicho
que dos almas compasivas
me sacaron en volandas de mi bar de cabecera
a las seis de la mañana
y me llevaron a casa
y me quitaron las botas y me metieron
literalmente en la cama.
Yo no lo recuerdo, claro, no recuerdo
nada desde la tercera copa
pero hay fotos (Dios, qué horror!).
Añádase a todo esto un estado permanente
de resaca cruel y triste
que me pone más sensible
que el cursi infame de Bécquer (con perdón)
y me hace llorar por todo
(para empezar, por las facilonas y embusteras
películas navideñas hechas para la televisión
con sus niños extraviados y esa gente
que se mira a los ojos mucho rato
para decirse uno a otro perdón o gracias),
situación que me ha costado
una semana muy larga superar algo.
Y por último, el páncreas ha estado
amenazando con reventar todo el tiempo
y ha quedado en amenaza gracias
a Dios o al azar. Lo único bueno
es que me he reído mucho. Así pues,
y sin ningún lugar a dudas,
ha merecido la pena.
(Ape Rotoma, Mensajes de texto y otros mensajes, Editorial Renacimiento, 2014)
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