El otro día
en un intento de comprobar todo lo que el tiempo va olvidando, con un poco de
ayuda por nuestra parte, me acerqué a una tienda a comprar tres arrobas de
patatas viejas y siete de pipas peladas. Me dijeron que no estaban para bromas,
que solo conocían y habían estudiado lo de los gramos y todo eso. Luego el
guardia jurado me invitó a salir de allí. Hoy todo está lleno de Guardias
Jurados. Creo que se podría llenar el Bernabéu y el Nou Camp y probablemente el
Calderón, antes de derribarlo, solo de GJ en su día libre.
Y es que todo
cambia tanto que en lo esencial no hemos avanzado casi nada. La gente discute
por tonterías, se pelea por tonterías y entran en conflicto como si de ello
dependiera su vida o algo así. Tanto se ha avanzado que a fecha de hoy 2021
Enero, hay guerras que decoran de horror
y error parte del mapa, guerras que regurgitan como el alimento que algunas
aves les proporcionan a sus polluelos. Otras guerras son ya casi como un clásico
y así es como pretende funcionar el mundo sin saber el valor de una arroba que
en tiempo de hambre, en zonas de conflicto y escasez es primordial hacer acopio
de alimentos y dejar eso de los gramos para palacios, políticos, empresarios
gordos y calvos o flacos y con pelo y también con cientos de arrobas de riqueza
que a sabiendas que no la podrán disfrutar, disfrutan o algo así de que el
mundo esté atravesado por un eje, un eje que forma dos mitades y todos sabemos
aquello del reparto y así es como funciona todo.
Termina el
documental y apago el ordenador y los periféricos. Me siento en el bidé y miro
por la ventana corrediza como a lo lejos despunta un bosque dorado de hayales.
Le dije al fontanero, al arquitecto y al aparejador que necesitaba un bidé en
el linde de la ventana y el balcón. Y así es como uno puede ser también feliz.
No ha sido nada fácil porque hay gente que se queja de todo, que si las
terrazas son para poner una mesa y sillas. Una sombrilla y lo típico un
canario. Así nunca podremos avanzar. Vamos ahora que acaba de empezar el año, a
vaciar todos los cajones de etiquetas y vamos a intentar no volverlos a llenar
con las mismas de ayer, de hace cien años, de hace tanto tiempo que lo venimos
haciendo que no sabemos lo que valen once kilos y medio de patatas nuevas.
(texto cedido por el autor)
( © Pablo Guillén Tudela )
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