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JOSÉ LUIS PARRA

José Luis Parra: La pérdida del reino
Valencia, Edicions de la Guerra & Café Malvarrosa, 1997.

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UN POETA MALDITO
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La mejor definición que se podría realizar sobre José Luis Parra, y soy reacio a cualquier encasillamiento, es la de un poeta maldito. Bajo este perfil, Parra tiene todavía que soportar la publicación de sus libros en una minoritaria, aunque valiosa editorial, que pone todo su empeño en romper los cauces habituales de edición, pero que, en solitario y sin apoyos oficiales, se enfrenta a las numerosas dificultades que el problemático mercado plantea.
José Luis Parra nació en Madrid en 1944, aunque ha pasado casi toda su vida en Valencia, ciudad donde se enmarcan la mayoría de sus poemas. No sería hasta 1989 cuando Parra publica su primer poemario Más lisonjero me vi, obra calificada de iniciación por su propio editor. En 1994 publica Un hacha para el hielo y en 1996 aparece Del otro lado de la cumbre, a mi juicio su mejor obra hasta el momento, en la cual ya se entreven las principales directrices de su libro más reciente: el paso del tiempo, visto con una mirada de desengaño ante la vida, y la presencia de la muerte de la madre, clave esencial para entender el sentido de la poética de Parra y el impulso vital que dirige la mano del autor. Para Parra, el hombre es un ser insuficiente, socavado por los males de la sociedad: el alcohol, el desamor y la pérdida de la esperanza que coincide con el decaimiento de una juventud ya definitivamente desvanecida.
La pérdida del reino (1997) complementa los libros anteriores, aunque se observa una acentuación del pesimismo, como constante existencial, que se manifiesta en lo cotidiano. El libro consta de tres partes. En la primera, titulada La pérdida del reino, se plasma la negación del futuro desde el desasosegador punto de vista del presente. Así en Cafetería junto al instituto leemos: "Momento en que el futuro se nos niega, / tiene sabor a cena el desayuno/ y es humo el cigarrillo, antes de encenderlo./ Por más que guardes, la mañana/ no tiende al mediodía. Ninguna plenitud/ será más alta que el oscuro sótano/ del vino./ Y bajas los primeros escalones./ En los ojos de las muchachas ya bebes tu epitafio,/ mientras giran en torno a su mirada/ los fantasmas sin nombre de lo que tu no has sido".
En la segunda parte, titulada en honor de Rubén Darío Agenda, se muestra el mismo desengaño en relación con lo social, con lo cotidiano. El pesimismo viene dado por la imposibilidad del poeta de cambiar la realidad. Es en Lunes negro donde Parra muestra ese desagradable contacto con un mundo definido en los noticiarios de radio, televisión o prensa: "Que lunes detestable./ A duras penas me levanto/ de la cama, rabiando de dolor,/ la rodilla inflamada por la gota./ Judíos/ y palestinos amenizan mi parco desayuno/ de régimen con dosis generosas de matanza." Poesía del compromiso o compromiso de la poesía se funden en una poética de lo cotidiano que rastrea modelos muy próximos en el tiempo. Por ello creo que se dejan ver rastros de los últimos libros de Benedetti (El olvido está lleno de memoria) que no menguan los valores del libro sino que acentúan más la entretejida maraña de sentidos que rodean el texto de Parra. Por último en Fango y rubíes, Parra fusiona la realidad y la experiencia personal, desgajando del mundo aquellas cosas que valen la pena, pero dotando al verso de un acento desangelado ante el eterno tema del paso del tiempo: "Con qué aprensión estoy mirando, al salir de la ducha,/los harapos colgantes de mi pecho,/ los talones enmohecidos, costra de escamas, células/ muertas, las uñas de los pies/ tan duras ya, tan retorcidas y amarillentas,/ inventario trivial de vejaciones/ apenas iniciadas. Estos años/ estos últimos diez/ años,/ con qué celeridad han transcurrido/ arrastrando su previsible cosecha de difuntos, de daños y devastaciones. Qué pocos familiares te van quedando".
La obra de Parra significa un adelanto de lo que puede llegar a ser una grandísimo poeta en los próximos años y La perdida del reino es una muestra de la realidad de un autor con una obra sólida, aunque escueta, que espero que el tiempo sepa reconocer, aunque sea bajo esa estela que le persigue de poeta maldito.
Luis Veres

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