Por
tanto,
la
locura sabe mi nombre
y
los féretros fueron calumniados:
la
muerte es un retiro,
la
muerte es una gárgola,
la
muerte es la alfombra y turba necesaria,
pero
yo
entonces
pregunto
por
qué al primer disparo me saltaron los dientes
de
leche,
por
qué mi padre está muerto
y
a salvo
y
siento míos sus gusanos,
por
qué me siguen comiendo,
día
a día,
cada
minuto,
por
qué esta noche
los
trenes huyen como leopardos,
no
os entiendo,
la
gente se muere
y
no os atrevéis a cortar las calles,
no
quemáis los contenedores,
no
lanzáis piedras contra ellos,
no
escapáis de los antidisturbios,
os
odio, me dais asco,
quisiera
meteros un cactus en la boca
o
que ardierais en una pira
con
vuestras biblias de cobardes,
queréis
acostumbrarme a la muerte
pero
la muerte
no
es ninguna maestra,
no
es ningún telescopio,
la
muerte no es un atlas,
no
da sabiduría,
la
muerte no da nada
más
que miedo,
silencio,
soledad
y
rabia.
(Batania, Neorrabioso. Poemas y pintadas, Ediciones La Baragaña, 2012)
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