EL PEQUEÑO COSMOS DEL HOMBRE
Vuelvo hacia adentro, donde siempre he estado,
donde está todo y nada es concreto; donde somos
los mismos. Vengo a los paisajes fractales del subsuelo,
a rincones sumergidos que se esconden tras paredes
de vísceras y entrañas. Cruzo por arterias del más frío
y oscuro anonimato: reconozco a un niño que me mira
asustado y a un adolescente arrogante que me increpa,
y quizás a ese viejo profesor. Las arterias lo son todo,
lo cruzan todo: los cuerpos, las ciudades... Siempre están
en todas partes. Y me apoyo -al sumergirme- en el osario
que aguanta y da firmeza a mis insomnios.
los mismos. Vengo a los paisajes fractales del subsuelo,
a rincones sumergidos que se esconden tras paredes
de vísceras y entrañas. Cruzo por arterias del más frío
y oscuro anonimato: reconozco a un niño que me mira
asustado y a un adolescente arrogante que me increpa,
y quizás a ese viejo profesor. Las arterias lo son todo,
lo cruzan todo: los cuerpos, las ciudades... Siempre están
en todas partes. Y me apoyo -al sumergirme- en el osario
que aguanta y da firmeza a mis insomnios.
(Miguel Ángel Contreras, Libro de precisiones, Bartleby Editores, 2012)
1 comentario:
Necesaria (y hasta poética) inmersión hacia donde siempre hemos estado. O eso creemos.
Un abrazo.
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