El cigarro -he pensado-
es el mejor
símil para la vida. El
paquete
de Camel en la mesa, la
ventana,
la terraza, la calle, el
día, el cielo.
Dormido hasta el
encuentro con la llama.
Enciendo el cigarrillo.
Las primeras caladas son
la infancia,
arden vivaces sin miedo
al futuro,
impacientes en busca de
los días.
Luego llega la pausa, el
gusto, el tiempo,
la conciencia del acto
-ansia ahogada-
el placer enganchado
entre los dedos.
Luego todo se apaga,
lentamente.
Hay algo de neblina en
el instante.
Las últimas caladas van
cayendo
como caen los ancianos
en invierno.
Queda olvidado sobre el
cenicero,
aún arden sus últimos
resquicios
pero a nadie le importa.
El hilo blanco
que sube hasta
el techo en el
cuarto vacío.
Eso.
Eso es el alma.
(Ángel Talián, La vida, panorámica, Rialp, 2013)
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