QUE la vida sea un campo de grosellas por recoger,
ahuyentar el viento maligno
sin mordisquear el silbido del bosque frondoso
que de una ráfaga pudre la fruta fresca.
Es necesario cerrar la barrera. Rodear
el piquete con alambre. Que las nubes
no eclipsen las vistas al infinito
de la mañana resplandeciente,
donde el sosiego es placidez de las horas en calma,
del fruto en suspensión.
Que triunfe la ley de la creencia,
donde los cuerpos que vivan
puedan degustar sobre el mantel de cuadros recién desplegado
la cosecha del nuevo solsticio.
(Hasier Larrtxea, Barreras, La Garúa, 2013)
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