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PABLO GUILLÉN TUDELA

 



CUBOS DE RUBIK

 

Son las 10,30 de la mañana y no me gusta nada madrugar. Enciendo el calentador, me preparo un café y le doy una galleta a mi perra Kenia. Me meto en la ducha después de cagar y todo eso. Le cuesta un poco salir al agua caliente, tanto que a menudo te resfrias si te duchas, y si no lo haces las ladillas juegan a ser Robín Hood y asaltan otros castillos y reparten porquería entre la mierda.

De repente llaman a la puerta, si en efecto a la puerta. Hace casi más de veinte días que cogí el timbre de la puerta y el timbre de la puerta de la portería y cogí después una máquina de taladrar y una máquina de esas que prensan coches en un desguace de coches y cogí los timbres y tuve con ellos una pequeña discusión. 

Pero la gente sigue molestando a todas horas para venderte una jodida pizarra como de las antiguas, pero sin tiza, te quieren vender helados a pie de puerta, un robot de cocina, un tenderete inteligente que se orienta por los jodidos rayos del sol y hasta un compresor para que te puedas construir un puto bunker en caso de guerra nuclear y toda esa mierda que nos tiene tremendamente jodidos. El caso es que molestan tanto que no te dejan masturbarte tranquilo, que no te dejan quedar con dos o tres señoritas para que te expliquen qué tiempo va a hacer mañana o quizás alguna otra cosa que prefieran tener entre manos y todo eso. 

La gente piensa que soy una persona un poquito anti sistema, y la verdad es que están muy confundidos. A mí, me gusta tanto el sistema que tengo embolias en pleno centro del culo cuando me llega el eco de ese conglomerado de mierda disecada del neolítico. 

Pero volviendo al día de hoy, a la realidad que nos quema y nos abrasa y dibuja gilipollas con los círculos de humo, no me gusta en absoluto que me interrumpan cuando estoy en la ducha o cuando me masturbo. En fin, no digo que la gente no se pueda ganar la vida tocando los timbres y las puertas y vendiendo de todo, menos moralidad, honestidad, felicidad por no indagar en los buenos usos y costumbres de la educación más simple que apunta claramente ( no toques los huevos a esas horas) 

Pero supongo que cuando terminas con la ducha lo ves casi todo distinto y hasta le compras dos paquetes de clínex a ese chaval que ves a diario en el semáforo. Las calles de la vida tienen muchas esquinas, ahora también hay rotondas, bulevares y ciudades enteras con anginas, con embarazos no deseados, pero en ese momento deseado y multitud de cubos de rubík que no son nada sencillos de poner de acuerdo con el mismo color. 

(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017) 

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