Los
recuerdos son como una mañana en el váter. Todos los días cagas, pero nunca es
la misma mierda.
Los
recuerdos son como una noche de juerga en la que terminas follando con Susana,
con Maite o con mucha suerte con las dos, pero nunca más se repite.
Los
recuerdos son como una mampara de baño, hay una hermosa mujer enjabonándose el
coño y los pezones, pero el vaho te impide verlo con claridad y tu imaginación
tira del hilo creyendo que vas a pescar.
Los
recuerdos de aquel futuro del 2020, son una mierda y no lo vamos a negar a
estas alturas del 2032.
El Covid 19
se llevó por delante a decenas de miles, a centenares de miles, y hasta algunos
millones. De repente sale la vacuna casi por arte de magia y los mismos
laboratorios que fabricaron las balas, se dan el pego montando hospitales de
campaña.
Y ante tanda
mierda, dijimos en voz demasiado baja, quizá esto es lo que necesitábamos para
cambiar el rumbo de tanta humanidad. Dejaremos de explotar el planeta como si
fuera propiedad nuestra. Dejaremos de talar los bosques y selvas, de ahogar a
los mares y océanos de tanta mierda, dejaremos de matar leones, elefantes,
ballenas y focas y hasta perros y gatos y hombres y mujeres y ya pierdo la
cuenta.
Nos metieron
la vacuna por el culo, sin tener ni puta idea que haría con nosotros. Y aquí
estamos doce años después convertidos en pulgas y sin un solo perro para comer.
Los
recuerdos son como esos policías a caballo que recorren la ciudad, los caballos
se cagan y nadie recoge esa mierda, nadie mira para atrás, para aprender de una
jodida vez, lo que nunca hay que hacer, pero siempre se hará.
(texto cedido por el autor)
(© Pablo Guillén Tudela, 2020)
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