Ayer, camino
del programa de radio semanal, Alas de papel, cogí el autobús y bajo esa luz
perfecta para escribir, saqué lo que quedó de un vetusto lápiz de la niñez.
salieron las siguientes palabras de mi coleto:
No sé muy bien
como abrocharé los botones del futuro para no pasar frio.
No sé
como de fuerte soplará el viento y hacía
que lado lo hará para que el velamen no se agriete sin avanzar un solo
centímetro.
No sé como
guardar la cosecha de tantos años repetidos, para no acabar en la cuneta oscura
de un camino perdido como tantos perros abandonados de dueños con tanto cariño.
Y como me
quedaban cuatro o cinco paradas para llegar y semiconsciente de que el año
estaba a punto de acabar, escribí una pequeña carta de deseo para un enorme
destinatario, el mundo.
Mi prurito
personal es que si el año próximo no somos capaces de limpiar la tierra, los
mares y océanos, pintar la atmosfera sin humos, sin tanta mierda de vaca. Si no
somos capaces de respetar de una jodida vez, la flora y la fauna del planeta
qué, ya está al borde del abismo. Si no somos capaces, nuestra tremenda
humanidad habrá sido un flagrante fraude, nuestra hermosa civilización, una
casa repleta de alfombras donde esconder todas nuestras miserias.
Dejaremos
sin ninguna duda un fragante olor a podrido, a berzas cocidas, a gas metano y a
moho envejecido de siglos en enormes barricas de estolidez.
Necesitamos
y mucho a Cervantes, a Lope, Unamuno, a Whitman, Bukowski, Neruda, Tolstoi, Dostoievski,
Schopenhauer y tantos otros que intentan hacerse camino en este majadero y
manipulado mundo de la literatura.
Y si tenemos
que construir enormes máquinas de ósmosis, hagámoslo de una puta vez y dejemos
los viajes al jodido planeta rojo, en barbecho.
(texto cedido por el autor)
( © Pablo Guillén Tudela )
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