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PABLO GUILLÉN TUDELA

 


MÚSICA EN SORDINA 

Eran las cuatro de la mañana. Algunos dicen que es tarde y que no es buena hora para poner música, aunque este en sordina. Eran las cuatro, pero no era tarde para nada y era buena hora porque el reloj era suizo.

A veces todo parece sórdido. Es como si vivieras rodeado de exequias y de costumbres tribales y cada año pretendas trocar y hasta trotar y nos quedamos mirando la nieve helada y crujiente como alumbra una gélida noche invernal. Y arrobados por tanta blancura seguimos manchando a diario todas las calles y esquinas.

A veces me siento tan incomodo dentro de esta sociedad como dentro de un traje prestado. Y no pretendo acusar aquí a nadie de como naufraga el mundo subido a un montón de retales que ni siquiera están cosidos.

Otro año que estará a rebosar de fechas señaladas; El día de los bosques, el día del talador, del aserradero y del pirómano. El día de los océanos y arrecifes de coral y de los petroleros rotos y el chapapote. El día del tiburón y la ballena azul y el día de la sopa de aleta o cosas así. El día de los derechos humanos y el de la guerra y el hambre. El día del VHI y el de la hipocresía. De seguir así llegaremos a tener en overbooking el año y los 365 días estarán tan ocupados que adjudicaran los años pares para unas cosas y los impares para otra.  Lo probable es que no solucionen la contaminación del planeta, que también tiene su día, el día de la contaminación y el del hombre. 

A veces se toca tan baja esa nota tan importante, que el ruido de la noche solapa lo que nos grita. 

(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017) 

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