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PABLO GUILLÉN TUDELA

 


LA FÁBRICA DE CEMENTO 

Era muy tarde, el reloj del coche marcaba las 4.17 de la madrugada. Tom arrancó el coche y salió del tanatorio rumbo a su casa. Tenía que ducharse y descansar al menos un par de horas antes de ir al trabajo. De repente empezó a llover con mucha intensidad, tanto que el limpiaparabrisas no era capaz de dejar un poco de visibilidad en el parabrisas. Tom se equivocó de salida de la autovía y de golpe se encontró delante de una vieja fábrica de cemento abandonada. En ese mismo instante el coche dejó de funcionar, era como si se hubiera quedado sin electricidad. Tom sabía que no era cosa de carencia de gasolina puesto que le gustaba tener el depósito siempre casi lleno, treinta o treinta y tantos litros. Sea como fuere el coche no respondía a la llave de contacto, los faros delanteros dejaron de alumbrar y el panel del salpicadero se quedó completamente del color de la noche. La fábrica de cemento abandonada estaba en un lugar apartado de cualquier otra carretera y aunque Tom contempló al principio la posibilidad de esperar en el coche y confiar de que alguien pasará por allí, de inmediato vio con claridad que estaba solo y que no podría permanecer dentro del coche mucho tiempo. La tormenta iba en aumento y el barro y el agua empezaban a subir por los laterales del coche. Era un mini última generación.

Tom tenía cuarenta y dos años, era perito especializado en asuntos como incendios en fabricas o cosas así. Cuando empezó a trabajar en la compañía aseguradora " todo cubierto" vivió algún tiempo en Oxford en  Dry hill road del barrio de Beckley  después la empresa le propuso un ascenso y lo mandó a Londres. Ayer, y ya habían pasado diez años, regresó a Oxford porque un amigo de la facultad y compañero de trabajo había muerto en circunstancias extrañas y Tom quiso acompañar a la familia en esos momentos tan difíciles.

El agua se colaba por las juntas de las puertas y casi se asomaba por las ventanas. Algunos árboles frondosos agitaban sus ramas, la cinta transportadora que se perdía en la oscuridad no dejaba de chirriar, la fabrica estaba abandonada pero a Tom le pareció ver luz tras una ventana. Tom se disponía a salir cuando de repente alguien golpeo con fuerza el cristal de la puerta opuesta a la suya.  Tom no conocía esta zona, no conocía a nadie. La fábrica de cemento estaba en Cassington  que está  casi en el otro extremo de Oxford. 

(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017) 

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