[...]
Las dificultades y la tensión con aquella gatita casada hasta
el día del encuentro eran tan fuertes que cuando llegaba el momento del acto
sexual, aquello explosionaba de tal forma, que a veces la cabeza se le subía
por las paredes y tardaba un tiempo en bajar.
Subía por las
escaleras de... su casa y
por momentos recordaba, que la noche anterior ya no existía. Por cierto, estaba
desayunando con el periódico y las noticias como recién muertas se repetían con
tanta fluidez como los muertos de las interminables guerras que se enlazaban
unas a otras configurando la insoportable historia de todos los muertos de la
gran Historia de la infamia Universal.
Me levanté y ya estaba sentado en la terraza de un
bar de la calle Platería, ya disfrutaba más de media hora viendo el trasiego de
las gentes con sus historias reales que yo imaginaba. Al momento pasó un señor
llamado Venancio, con su clásica gorra de visera de ciclista y con varios
periódicos bajo el brazo, se detuvo y me contó todos los muertos individuales,
con nombre y apellidos, que esa mañana aparecían en las esquelas de los
periódicos, y de todos los otros muertos colectivos que el día anterior habían
perecido en el Mundo: en las guerras, en los accidentes de tráfico y en los
atentados. Venancio tenía obsesión con los muertos diarios.
La temperatura aunque seguía su imparable ascenso
iniciado en los últimos días y los cuerpos no lograban aclimatarse hasta casi
la mitad del mes de Agosto. Sin embargo, los comentarios de todos ya no giraban
en torno al elevado calor, ya se empezaba a pensar y a hablar de las fiestas
del mes de septiembre. Un año, dos años, siete agostos y todos los agostos de
la vida seguían siendo iguales.
[...]
(Fragmento de una novela que Patricio Peñalver Ortega está publicando en su muro de facebook)
No hay comentarios:
Publicar un comentario