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APE ROTOMA

 



DEL ALCOHOLISMO Y SUS MÁRGENES 


                                                                 A Roger Wolfe 


Llevo ya sin probar gota
cinco años y nueve meses 
y tan a gusto.

Sin embargo
lo que siento 
al recordar lo anterior, 
mi larga, contradictoria
y pasional relación con el alcohol
es cálido y confortable,
algo entre la gratitud 
y una nostalgia serena.

Ya sé que tampoco en esto
satisfago expectativas ajenas
pero lo cierto es que no lamento
ni una sola copa
ni uno solo de los pasos
que sabía perfectamente que iba dando
y sabía en qué dirección.

Tragos, borracheras, litros.
Todos fueron necesarios
en el mismísimo instante en que ocurrían
para atravesar tempestades
y amenazas, 
para conservar la calma,
para superar el día haciendo pie, 
para dormir, 
para conocer a alguien
y desconocer a miles,
para entender
y para no perder tiempo 
en intentar entender, 
para compensar el exceso de café
o de cocaína o de espid en un momento dado,
para mirar a la gente sin tener ganas de huir
o de hostiarla,
para dar intensidad a instantes planos,
para dar sabores distintos al tabaco,
para dar a la imagen de uno mismo
ante uno mismo
un aspecto soportable,
para tapiar ciertas regiones del cerebro
en ocasiones inútiles
y sumamente molestas,
para despistar al tiempo, 
para intuir,
para estar solo y a gusto
o estar con otros sin náusea,    
incluso para follar
que entonces lo hacía 
a veces.

Tragos, borracheras, litros
sin los que no estaría 
aquí
aún 
(de eso
podéis estar bien seguros).

Tragos, borracheras, litros
que, de hecho, en la última etapa
de esa relación, 
cuando ya era por mi parte
de sumisión absoluta
y aun así grata, fueron 
necesarios
para todo,
pero lo que se dice
todo,
desde el consabido ejemplo de atar 
los cordones de los zapatos 
venciendo el temblor del pulso.

Al final
no ha resultado tan caro, 
dado que estaba dispuesto 
a pagar bastante más.
Conocía perfectamente las tarifas habituales.
Don Antonio Escohotado
en este asunto es preciso
hasta la crueldad.

El mero coste económico
incalculable 
y aun así ridículo
frente al de otras adicciones,
el páncreas algo tocado,
secuelas imperceptibles
de una anemia
y de una neuropatía
que me privó en gran medida
de la vista
varios meses
y supongo
que alguna otra tara más
de la que no soy consciente,
alguna ocasión perdida, 
algún amigo, 
algún momento quizá importante
y los cinco días enteros
que duró el delírium trémens,
que es el mono
y que dicen que es la hostia,
pero que mi compasivo inconsciente
me ha escamoteado al completo
del recuerdo.

Ahora bien,
que quede claro,
todo esto no significa
que me cueste no beber una mismísima mierda,
que me suponga un esfuerzo.
No es así.
Yo no hago esfuerzos.
Mi cuerpo ya no lo exige
y eso es todo.

En cuanto a mi mente, 
la muy puta,
hay que decirlo:
si Dios no hubiera inventado la marihuana
yo seguiría bebiendo
en este mundo
o en otro 
(mucho más probablemente). 

(Ape Rotoma, Mensajes de texto y otros mensajes, Editorial Renacimiento, 2014) 

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