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JOAQUÍN PIQUERAS

 


EL INFINITO PUESTO AL ALCANCE DE UN CANICHE 

BARFLY: La cita del día: «tal vez sea eso lo que busquemos a lo largo
de la vida, nada más que eso, la mayor pena posible para llegar a ser
uno mismo antes de morir». 

GREGORSAMSA: Ummmmm, Cioran?... houellebecq? 

BARFLY: Andas cerca, es francés ;-) 

MELQUÍAdES: Ahí me has dao: el doctor Louis-ferdinand des-
touches, alias Céline. Barfly se ha empeñado en traer a este foro a
todos los malditos… 

BARFLY: Premio!!! Viaje al final de la noche. 

GREGORSAMSA: No conocía esa cita. La cuestión «Céline» nos
va a dar debate para rato xd. debemos separar al autor de su obra,
al canalla antisemita y pro-nazi de sus magníficas obras? Me refiero
sobre todo a las dos primeras: Viaje… y Muerte a crédito ¿o, por el
contrario, debemos considerarlos juntas? La santa trinidad: el au-
tor, su obra y su compromiso moral. 

   Los jardines seguían igual. Una incómoda sensación de nos-
talgia irrumpió como un inmenso hachazo en su interior, destrozando
todas las barreras que el paso del tiempo había ido forjando a expensas
del recuerdo. Se reconocía a sí mismo en cada zancada que daba sobre
la acera, se veía soñando despierto años atrás cuando recorría el mismo
itinerario, mientras ella hacía su trabajo. 
   El burdel, camuflado en forma de pequeño hotel, seguía allí,
bajo la protección anémica de una floresta artificial. El negocio no pa-
recía ir tan bien como antes: ninguna reforma a la vista; pero fue sobre
todo la ausencia de un guardia que cumpliera el doble papel de vigilar y
hacer la vista gorda cuando los furtivos compradores del placer se intro-
dujeran a sus espaldas lo que terminó de corroborar su sospecha. Antes de
decidirse a entrar, se tocó la entrepierna y suspiró largamente. Pulsó con
firmeza el timbre dos veces; y, tras un par de minutos que le parecieron
eternos, apareció una puta ya entrada en años. Sin que le diera tiempo
a hablar, le disparó una pregunta a bocajarro: 
                     —¿Sigue viviendo aquí Molly? 

MELQUÍADES: Esta cuestión la hemos tratado ya en otros autores:
sade, rimbaud, hansum… Ya conocéis mi postura :-) Lo impor-
tante es la obra, lo demás es circunstancial y extraliterario. El gran
mérito de Céline es haber construido una gran novela que, como
dijo onetti, muestra y confirma la «ferocidad del mundo». fusti-
ga con su látigo verbal a la humanidad entera, revelándonos lo que
ésta tiene de mugre, de miseria y carcoma; sin hipocresías y sin más
instrumento que su virulento estilo lingüístico, rompiendo, como
siempre se ha dicho, el espinazo a la sintaxis; integrando, en un estilo
inimitable, oralidad, humor cáustico, argot popular, un ritmo narra-
tivo vertiginoso y, por qué no, también hay lugar para el lirismo:-@ 

GREGORSAMSA: Céline es un excelente escritor, pero un perfecto
hijo de puta. Yo admiro su talento – el mejor novelista francés de la
1ª M del s. XX, junto a proust-, e incluso comparto su nihilismo pe-
simista, su misantropía, su extraordinaria habilidad para mostrarnos
nuestras propias miserias, su antibelicismo –presente claramente en
Viaje…–, su defensa del individualismo frente al grupo alienado…;
pero no puedo aceptar que escribiera esos tres panfletos antisemitas,
que por mucha actitud pacifista que tuviesen en su origen, contenían
ideas explícitas de exterminio. Además, jamás mostró públicamente
ningún gesto de arrepentimiento, tras conocer el horror de los cam-
pos de concentración… 

BARFLY: Permitidme mediar, señores. según su última mujer, Lu-
cette destouches –quien precisamente vivió a su lado y acompañó en
su odisea de escritor apestado y denostado (de «desgracia nacional»),
en su ostracismo danés y alemán, y en el regreso vergonzante, tras
la amnistía, a francia- , en su libro Céline secret, cuando el escritor
supo lo que realmente había ocurrido en los campos de exterminio se
sintió horrorizado. pero, tal vez, por orgullo o por cansancio, nunca
mostró públicamente su arrepentimiento (:-( 

   Se puso los pantalones y advirtió en el espejo los cuerpos des-
nudos de las dos chicas con las que acababa de acostarse. Pensó, absorto
en el esplendor de sus traseros, en las veces en que lo había hecho con
Molly. Conservaba la belleza de esos momentos, la belleza de ella, y eso
era suficiente para no cejar en su empeño de encontrarla. Se hurgó en
el pantalón y encontró ese arrugado papel en el que una letra menuda
desvelaba una dirección. Como en otras ocasiones, se repitió a sí mismo: 
      —Ánimo, Ferdinand. Sólo tú eres capaz de llegar al final de la noche. 

BOVARY: Y por qué ese odio atroz a los judíos? 

BARFLY: Sea usted bienvenida, Mme…:-X… El antisemitismo de
Céline no tiene una base ideológica sólida. se basa en una serie de
estereotipos: los judíos se habían hecho con todo el dinero y el po-
der… paradójicamente, también eran, según él, los que incentivaban
la guerra y eso había que evitarlo a cualquier precio, aunque ello
costara su exterminio… Los judíos se encontraron dentro del cami-
no misántropo de Céline, como también lo hicieron los comunistas
soviéticos (contra los que arremete en el panfleto Mea culpa) o en la
última etapa, los chinos, el amenazante «peligro amarillo»… 

MELQUÍADES: Pero en el fondo del antisemitismo de Céline está
el amor: ese «infinito puesto al alcance de los caniches»:-X 

BOVARY: No entiendo. 

GREGORSAMSA: Yo tampoco, ¿qué tiene que ver el amor con una
explosión de odio hacia el pueblo judío??? 

BARFLY: Más que el amor, es la falta de él. Me explico: todos sa-
bemos la obsesión que Céline tenía por las bailarinas. pues bien,
también sabréis que en 1926, en un viaje a Ginebra, conoció a la bai-
larina norteamericana Elizabeth Craig, que no es sino el trasunto real
de los personajes de Lola y Molly en Viaje al final de la noche. Con
ella tuvo una relación tan intensa como atormentada: por un lado, lo
introdujo en todos los caminos habidos y por haber del placer; pero,
por otro, lo hacía sufrir, despreciando sus escritos, abandonándole
en varias ocasiones. Cuando finalmente ella lo dejó para volver a
norteamérica, el escritor, que estaba profundamente colado por ella,
la siguió como un perro faldero, humillándose continuamente, hasta
tal punto que llegó a escribirle una obra de ballet, que no pudo ser
representada, porque un productor judÍo de hollywood la había
rechazado… de ahí hasta su furor panfletario antisemita había sólo 
un paso ;-) 

   Después de tantas cartas sin respuesta, la posibilidad de que
ella todavía estuviera en Detroit alimentaba en Ferdinand Bardamú la
certeza de que había merecido la pena el viaje. Atrás quedaba el tedio
de las consultas parisienses, la procesión interminable y monótona del
devenir de los días, el purulento hálito de una clientela demoledora de
toda esperanza. Sabía que a un culo inquieto como el suyo quedarse en
un mismo sitio durante mucho tiempo podría obligarlo a convivir con el
cadáver de la rutina, con los propios fantasmas personales; pero este viaje
iba a ser diferente, pues si Molly conservaba su amor, él la correspondería
por un largo tiempo, que podría ser toda una vida. Le haría tragarse esas
palabras que ella pronunció días antes de su regreso a Francia: 
   —No, Ferdinand, no volverás… Y, además, yo ya no estaré
aquí tampoco… 

BOVARY: Vaya… Sorprendida me dejas. 

MELQUÍADES: No vamos a entrar en las perversiones sexuales de
la Craig, en las que participó activa y pasivamente el Dr. Destouches;
pero sí puedo decir que era una auténtica «femme fatale» y que más 
tiene de Lola –e incluso de Musyne–, que de Molly. La misoginia
que muestra en el retrato de estas dos amantes se transforma en amor
sincero en su relación con la puta Molly. uno de los pasajes más
bellos y líricos de Viaje es su despedida de la que había sido la única
mujer con la que había estado realmente a gusto. desde un presente
narrativo, confiesa que sigue amándola y que siempre la amará:-[] 

BOVARY: Tal vez Molly representa la parte más noble de Elizabeth
Craig. imaginaos que ambos se hubieran quedado juntos, a lo mejor
esos panfletos no hubieran existido. 

BARFLY: Juntos, dónde? En la vida o en la novela? 

MELQUÍADES: En las dos. imaginaos, un regreso de Bardamú a
América en busca de Molly… 

   Sabía que tarde o temprano la encontraría. La dirección que
le habían dado en el burdel era la correcta. Vivía en un amplio aparta-
mento cerca del centro; al parecer, la vida no le había ido nada mal…
El tiempo apenas había hecho mella en su belleza y seguía tan apetitosa
como siempre. Tras la sorpresa inicial y la irrupción del recuerdo com-
partido, hicieron el amor toda la tarde. Y en el espejo de sus cuerpos des-
nudos juraron y perjuraron, aunque no hicieran falta las palabras, que
era necesario compartir sus furtivos destinos, amándose a su manera, sin
compromisos, sin ataduras, y sin más tiempo que el necesario para seguir
siendo ellos mismos antes del fin. 

(Joaquín Piqueras, El descrédito. Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline, VV.AA. Ediciones Lupercalia, 2013) 


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