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PABLO GUILLÉN TUDELA

 


OTRA NAVIDAD 

Otra Navidad que se repite casi como el ajo, casi como uno de esos empleos de trabajos en cadena en factorías que poco a poco se van vistiendo de máquinas y tecnología.

La Navidad comienza entre el anochecer del verano y el letargo del otoño. Las cortinas de luces, árboles de Navidad, los renos y papá Noel pasando más calor que un cocodrilo en Siberia.

Supongo que cada cual va estupidizándose al ritmo de sus endebles hábitos y el consumo y el consumo es como una rueda encallada en la arena que por más que aceleres y aunque siga rodando nunca llegará a ese lugar llamado felicidad.

Hoy el día se  despertó frio. Me calo un gorro de pura lana casi virgen y me voy a ver el mar antes que se agoste.

Creo que no deberíamos dejarnos embromar, ni engatusar, ni mucho menos torturar para que el monstruo del consumo sea más fértil año tras año, Navidad tras Navidad.

Puede que la sociedad esté llena de estructuras anómalas. Y supongo que ya saben que el mundo a veces se mueve tan rápido que no hace falta llevar un reloj colgado, aunque sea de pared. Y de pronto empiezas a sentir que vives de nuevo en el mundo cuando te metes dentro del buró que adorna tu salón y que utilizas como mesa camilla, mueble bar y lavaplatos.

Supongo que nos vuelven tan locos que nos aferramos al consumo como si fuera una de esas vigas maestras que sujetan un edificio de millones de viviendas.

Me gusta practicar cada día como un amanuense, oler la tinta y hasta mancharme de ella, coger mil hojas de papel en blanco y terminar otro año coincidiendo con la Navidad con la mitad llena de palabras que de algún modo viajaran lejos sin necesidad de renos y todo eso. 

Supongo que vivimos casi de forma permanente en la linde de lo definido y lo difuso, entre meterte de lleno en el charco del consumo y salir mojado y repleto de barro o bordear ese puente de aguas turbulentas que dirían los señores "Simón & garfunkel" y alejarse del rebaño mientras queden metros de puente.

Para concluir,  este año dejo algunos deseos y objetivos pendientes que abordaré cuando el reloj de la puerta del sol sea lo más visto de televisión en todo el año. Será entonces cuando yo mismo me expida mis propias cartas de presentación. A partir de ahora sólo quiero tomarme a mí mismo como referencia cuando alguien me pida cartas de presentación.

Mientras llega el tiempo a cogerse a sí mismo que  es algo así como juntar el presente con el futuro, me preparo para meterme en el buró o comprar de una sola vez, todo el dulce de la vida. No quiero un futuro, lo que quiero es un presente. Me parece mucho más valioso y aquí en mi escritorio con cajones y tapa me siento como paseando por la orilla del puerto y ver a lo lejos lo que deseamos, aunque en realidad este tan cerca.  

(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017) 

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