LOS NI DEL EGRESADO
En el límite del abismo, mirándome los pies, una y otra vez, muevo los deditos desde el gordo hasta el pequeñito una y otra vez, oscilando en el frágil equilibrio de taco y punta del zapato... De pronto algo me empujó: ya estaba en caída libre, tratando de abrir los brazos y agitarlos en una mala imitación de vuelo. Sin poder gritar, pero por dentro desarmada.
¿Te es familiar esa sensación?
Cuando terminé la carrera, no encontré mejor manera de explicar la sensación del momento: despedida a un vacío. Y como se suele decir: no es la caída lo que mata, sino el impacto contra la tierra. Es duro verse lanzada a eso que se llama eufemísticamente “mundo laboral”. O “país de los adultos”. El hecho fue que el golpe no me mató pero al ponerme de pie sufrí algunos síntomas tales como:
Falta de apetito;
Enajenamiento a la vivienda (“Pero... ¿hoy no salís a buscar?”);
Enajenamiento del al entorno (“Es que no conozco a nadie con los ojos desorbitados”).
Entre el mareo mental, hay una pregunta que se instala en tu cabeza, por supuesto sin permiso, repitiéndose:
¿Por dónde empiezo?
Mientras a mis espaldas el coro familiar:
¿Y ahora qué pensás hacer?
Entonces descubro que tengo más padres y madres de los que creía posible: todo aquel que me conoce y con un par de años más, se cree en derecho de adoptarme. No, no es que consigamos además de un regreso al paraíso de la infancia, un mecenas: en realidad nuestra legión de padres quiere brindarnos su infinita veta de experiencia. Comienzan con lo que llaman “Consejos útiles para una vida productiva:
“Ya fuiste a.…”
“Vos ya hablaste con...”
“Tenés que llamar a.…”
Mientras los escuché, sentía una especie de tela de araña gomosa caer encima de mí que me envolvía y me sofocaba. Supongo que intentan heredarme o transmitirme una estructura, un molde, un rastro de migajas que a ellos le sacó del laberinto. Lo que no saben todos esos padres y madres que ponen la mano pesada y cálida sobre un hombro blando que se está acomodando. Los pasos que marca la tradición me llevan a redactar el Currículum. Casi siempre me sobra un fragmento, La foto es espantosa, el archivo no tiene demasiado diseño.
(Mar Broggi, Crónicas de una desempleada, Editorial SeLeer, 2020)
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