NÁUFRAGOS
Somos
náufragos de nosotros mismos y lo olvidamos.
Somos
hombres y mujeres de piel fina, arruga inexorable y
compañera del tiempo.
Somos
espejo, luz y en ocasiones eco de blancas cumbres y
verdes valles.
Somos
también la otra cara, preludio de llamas, sequia y soledad.
Estéril tristeza
entre paredes mojadas de lágrimas y sueños
adormecidos y sin embargo lo olvidamos.
Somos manojo
de recuerdos y ansiedad de futuro, frágil
combinación de vitalidad, primavera,
vida y sin embargo con
demasiada facilidad olvidamos que también en la otra
orilla llega
el otoño y, cómo no, el atardecer de nuestras vidas.
Y siempre lo
olvidamos, porque nuestro enfoque del mundo, de
sus vidas, de las vuestras, de
la mía, no lo consideramos con la
suficiente perspectiva.
Incluso con
el tiempo olvidamos que olvidamos.
Olvidamos
secuencias de nuestra vida.
Olvidamos
que quizá nos olvidaron.
Y olvidamos
que sin duda nos olvidarán.
Para
concluir, antes o después todo desaparece en la nada; ayer
se fue, mañana no ha
llegado.
Lo que pretendo ante todo, y ya sería mucho, es que te
esfuerces
por ser feliz, a tu manera.
Cada roca
ocupa un lugar importante en el río y cada sombra de
árbol es vital.
Aminora la
marcha que el viaje es sólo de ida, y por tanto,
disfruta de cada logro, pero
también de cada caída. Casi todo
sirve si refleja vida, para dibujar el lienzo
de la tuya.
(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017)
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