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PABLO GUILLÉN TUDELA

 


HABRÁ QUE ESPERAR OTRO MOMENTO 

La vida es a veces como una taza de manzanilla fría, como un plato de arroz de tres días, como tumbarse en la arena y  que una ola poco prevista te rompa ese castillo que no te dejan acabar por más que lo construyas en el aire, como decía el inolvidable Alberto.

La vida está repleta de entierros de los que puedes escapar. Luego en otros, las lágrimas te cogen de los mismísimos huevos y te arrastran como un huracán haría con mil tanques cosidos con balas de demasiada paz

Ha sido un año, y me refiero al pasado 2019 cargado de tirones y de robos que te arrancan de cuajo la vida de una manera o de otra manera. Un hermano con más tablas que los Rolling, aunque él prefería a Serrat y su entrañable Mediterráneo que para eso está. Para oler a algas y a sal, a niñez y a familia y toboganes gigantes por donde se lanzaba la felicidad cuando el alba madrugaba o el sol se alejaba cargado de tarde, de risas, de hermanos, de padre y de madre.

El agua de aquellos hermosos veranos se perdió entre la tormenta de los años, de los recuerdos que duelen como piedras de granizo que te atropellan desprevenido porque nunca estamos preparados para tantas putadas. La vida es un generador de putadas, aunque frente a la muerte es como si te enamoraras de una monja de veinte años que no puede follar y al final acabas en el burdel de la puerta de al lado, porque las cosas son así y no lo he inventado yo, que diría aquel Italiano,  Sandro Giacobbe

Ahora suena un timbre. Contesto al teléfono y sale una voz que dice, estas idiota, es el timbre de la puerta, pero no abras porque o son atracadores de , dame la pasta, o de la iglesia evangélica, romana, del ku klux klan, o el Apartheid, o incluso puede que te quieran vender una ola de mar, una tarde de verano, o unos recuerdos rebozados de un pasado que nunca alcanzarás, aunque nades hasta el fondo y acabes por salir a la superficie por tu propio culo repleto de arena, aunque no solo de arena. Y sales y te manchas y coges el autobús de las siete y otras veces coges el último tren como hicieron tus padres que ahora todavía no se pierde entre tantas vías. Ahora eres tú el que no consigues encontrar todas las horas que no les diste, aquellas conversaciones pendientes, y aquellos abrazos que dejaste para el día siguiente. Y siempre era el día siguiente y siempre, siempre perdemos, que dice el amigo Leiva.
Siempre lo perdemos todo, cuando nos empeñamos en recuperarlo todo.  Habrá que esperar otra ola, otra tarde de sol jugando al escondite, habrá que esperar otro momento para que no os olvide.  

(Texto cedido por el autor) 

( © Pablo Guillén Tudela, 2021)  

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