Falta solo
una hora para que empiece el concierto de piano. Andy, el pianista todavía está
en la habitación del hotel. Hay botellas de alcohol por todas partes. El suelo
parece una alfombra de nieve bien cortada. Una hermosa mujer sale del baño,
otra con las piernas abiertas y los ojos entornados no deja de meterse nieve.
Andy no para de sangrar, sin embargo para evitar que le tiemblen las manos
necesita tres rayas más.
De repente
suena el teléfono de la habitación. Suena como hace treinta años. Ring, ring,
ring. Andy está viajando. Llega a una cueva repleta de murciélagos y ratas. Alguna
serpiente despistada y con el veneno justo para no quedarse tirada.
El director
abre la puerta de la habitación con la llave maestra, la rubia del baño le baja
los pantalones y se pone a follar delante de la gobernanta. El huésped de al
lado se asoma con toda la intención y le da sin ton ni son por detrás a la
telefonista que subió para dar un mensaje al señor pianista.
La sangre
que baja muy despacio por las escaleras se toma un respiro, toma el ascensor panorámico
que justo para en la puerta del piano city hall. El publico cansado de esperar
hasta la hora de empezar lo aclama. La luz tenue a propósito del escenario deja
entrever un piano con solo ochenta y ocho teclas. Justo a la hora en punto un
locutor micrófono en mano dice aquello de " con ustedes, señoras y
señores, llegado desde los confines del universo, el genial, el inimitable, el
pianista más aclamado desde Richard Claiderman, Andy el esnifador de nieve.
Andy concluyó
su actuación con "I never say goodbye" en eso que sale la rubia desde detrás del telón,
con una polla en la mano.
Un día
después
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