HAY QUE ABRIRLOS
Lleno la bañera
y como un contorsionista
busco la postura
para entrar lo más posible
y estar cómodo
como para mantenerla
unos minutos.
Divido el baño en dos:
primero dejo el tronco fuera
y después lo sumerjo
sacando mis piernas,
que quedan colgando
de la bañera,
así puedo hundir
la cabeza.
Aguanto con ella
bajo el agua,
escucho el silencio y el ruido
a través de él,
pronto empieza a colarse
por entre los párpados,
pienso en abrirlos,
algo me dice
que dolerá.
Los abro,
tengo que abrirlos,
hay que abrirlos
aunque duelan
los ojos.
(Alejandro Mallada, 33, Ediciones en Huida, 2015)
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