NOCHE DE CALLEJONES
En ese miope callejón con faldones sucios se veía con mucha claridad la negrura de la noche que rebotaba contra la pared como en un partido de Frontón o squash. La noche y su inseparable silencio se metía tan ajustado que han pasado muchos años allí y todavía no han encontrado la salida.
Algo así pensé esta mañana antes de ponerme a escribir.
Y se van pegando a la piel de un modo u otro callejones durante toda la vida. Al menos esa es mi visión de lo ocurrido en este vagón del viaje que tan pronto chirria en una recta, como de pronto coge velocidad y empuje en algunas curvas.
Y entre tanto callejón yo llegue a vivir durante años en medio de uno. Cuando doblabas la esquina y encarabas la calle cerrada con un muro, era como entrar en un túnel sin salida.
Todas esas sombras eran islas desiertas sin posible retorno y no parabas de preguntarte, y ahora que hacemos y tan solo podías hacer trenes de papel y dibujar las vías con lápiz carbón y bajar al underground para encontrar la salida.
Ahora son casi las tres de la mañana y no puedo dormir. Esta tarde me he desportillado en el sofá y después una taza de café a resuelto este veredicto de insomnio que una vez más me atrapa hasta que destape la noche con el paisaje del amanecer.
Y será mejor no hacer demasiados planes de futuro para que no nos corte el aliento el péndulo afilado de las cosas imprevistas y que no controlas, que en realidad son casi todas. Toda la montaña de nieve blanca se desmenuza en un breve instante y sale al mar del azar donde hay días con oleaje y noches con callejones.
(Pablo Guillén Tudela, Información de Alicante)
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