CONTRA LAS CUERDAS
—Lo siento, Joe, pero esta noche no puedes ganar.
—¡No me jodas, Charly! ¡Ese capullo no es mejor que yo! ¡Puedo vencerle sin problemas!
—Lo sé. Lo sé… Pero no es así como funciona este tinglado. Esto es boxeo, chico. Se trata de hacer negocio; de sacar tajada del espectáculo. ¿A quién le importa quién sea en realidad el mejor púgil cuando uno tiene los bolsillos llenos de billetes? Aquí hay un gran pastel y cada cual quiere su trozo.
—¿Pero qué clase de entrenador eres tú?
—Uno que va a evitar que te maten…
—¿De qué estás hablando?
—Mira, Joe, esta gente es peligrosa. Es la mafia, por Dios. Son
capaces de cualquier cosa… Puedes apostar en tu contra. Sacarás una
fortuna…
—No tengo nada. Ni siquiera podría apostar 100 pavos… ¡Pero si gano me embolsaré 50.000 limpios!
—Olvídalo, serías un fiambre mañana a primera hora.
—Sabes que este título es lo que más deseo en el mundo. He preparado este combate durante meses. Tú lo sabes mejor que nadie…
—Escúchame, chico. Yo no puedo hacer nada. No soy más que un
pececillo en un tanque de tiburones. O pierdes este combate, o los dos
perderemos la vida…
Charly terminó de vendar los puños a su boxeador. Ninguno volvió a pronunciar palabra. Salieron juntos del vestuario y se dirigieron hacia el túnel de salida. Su rival le esperaba ya sobre el cuadrilátero. En cuanto Joe puso un pie en el estadio la afición explotó en aplausos y gritos de ánimo. Él se limitó a seguir avanzando hacia el ring, golpeando al aire tímidamente con sus guantes, con la capucha puesta y sin levantar la mirada del suelo.
—¡No me jodas, Charly! ¡Ese capullo no es mejor que yo! ¡Puedo vencerle sin problemas!
—Lo sé. Lo sé… Pero no es así como funciona este tinglado. Esto es boxeo, chico. Se trata de hacer negocio; de sacar tajada del espectáculo. ¿A quién le importa quién sea en realidad el mejor púgil cuando uno tiene los bolsillos llenos de billetes? Aquí hay un gran pastel y cada cual quiere su trozo.
—¿Pero qué clase de entrenador eres tú?
—Uno que va a evitar que te maten…
—¿De qué estás hablando?
—No tengo nada. Ni siquiera podría apostar 100 pavos… ¡Pero si gano me embolsaré 50.000 limpios!
—Olvídalo, serías un fiambre mañana a primera hora.
—Sabes que este título es lo que más deseo en el mundo. He preparado este combate durante meses. Tú lo sabes mejor que nadie…
Charly terminó de vendar los puños a su boxeador. Ninguno volvió a pronunciar palabra. Salieron juntos del vestuario y se dirigieron hacia el túnel de salida. Su rival le esperaba ya sobre el cuadrilátero. En cuanto Joe puso un pie en el estadio la afición explotó en aplausos y gritos de ánimo. Él se limitó a seguir avanzando hacia el ring, golpeando al aire tímidamente con sus guantes, con la capucha puesta y sin levantar la mirada del suelo.
(Alexander Drake, Ignominia, Libros Indie, 2020)
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