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ALEJANDRO SAWA

En este año profuso en aniversarios (Poe, Lowry, Barón Biza, Boris Vian...) no podía falta un recuerdo para este "Príncipe de la bohemia" nacido en 1862 y muerto en la más absoluta miseria en 1909:

Alejandro Sawa

Todo parece indicar que Max Estrella, el protagonista del más célebre esperpento de Valle-Inclán, 'Luces de bohemia', es Alejandro Sawa. Pero aunque no lo fuera, como guiadas por la pedantería más que por argumentos ponderados vienen asegurando de un tiempo a esta parte algunas voces, este gran sevillano, de vida tan breve como intensa, merecería ser el fiel compañero de Latino de Hispalis. De lo que no hay ninguna duda es que Sawa, junto a su hermano Miguel, Camilo Bargiela, Alberto Lozano, Joaquín Dicenta, Antonio Palomero y Luis Bonafoux es uno de los más genuinos representantes -si no el que más- de la bohemia de ese Madrid "absurdo, brillante y hambriento" que fuera nuestra capital a finales del siglo XIX. Epígonos de Sawa fueron Emilio Carrere y Rafael Cansinos Asséns y entre sus admiradores, además de Valle, se encontraba Pío Baroja, Rubén Darío, Manuel Machado y Ernesto Bark.
Pese a que su inveterada tendencia a confundir deliberadamente la realidad con la ficción dificulta el apunte biográfico, Alejandro Sawa nació en Sevilla el 15 de marzo de 1862. De ascendencia griega, gustaba comparar la inexorable propensión a la tragedia que encerraba su destino con el del Edipo de Sófocles y como éste acabaría sus días ciego. Mucho antes, tras un primera vocación religiosa, que le hace ingresar en el seminario de Málaga y en la que, sin duda, hay que buscar la explicación al exacerbado anticlericalismo del que hará gala posteriormente, será estudiante de Derecho en Granada durante el curso 1877-1878.
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Fragmento autógrafo
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Llegado a Madrid por primera vez 1885, es en este punto de sus notas biográficas donde todos los comentaristas incluyen el mismo fragmento autógrafo a modo de ilustración: "Mis primeros tiempos de vida madrileña fueron estupendos de vulgaridad -¿por qué no decirlo?- y de grandeza. Una día de invierno que Pi y Margall me ungió con su diestra reverenda, concediéndome jerarquía intelectual, me quedé a dormir en el hueco de una escalera por no encontrar sitio menos agresivo en que cobijarme. Sé muchas cosas del país Miseria; pero creo que no habría de sentirme completamente extranjero viajando por las inmensidades estrelladas".
Todo aquel de Madrid de sus primeros años en la capital, bajo el nombre de Z, será retratada por el escritor en 'La mujer de todo el mundo' (1885), título que rezuma toda esa tristeza de burdel que tanto inspirara con posterioridad a Carrere. A ésta seguirán 'Crimen legal' (1886), 'Declaración de un vencido' (1887), 'Criadero de curas' (1888) -estas dos últimas reeditadas en fechas recientes- 'Noche' (1888) y 'La sima de Igúzquiza' (1888).
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Delito de imprenta
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Huido a París por delito de imprenta, aunque según algunos de sus biógrafos el escritor marchó a la capital francesa obedeciendo a las mismas inquietudes que todos los jóvenes de su tiempo. Corría a la sazón el año 1890. Estilándose en los cenáculos literarios de la Ciudad de la Luz el simbolismo, el español conocerá a Verlaine, Daudet y algunos otros destacados poetas de esta estética, además de autores como Rubén Darío. Mientras sobrevive gracias a un empleo en Garnier, empresa que edita un diccionario enciclopédico, Alejandro traduce a los hermanos Goncourt y vive la etapa más feliz de su existencia. "Mi vida transcurrió fuera de España -apuntaría como recuerda Jean-Claude Mbarga en el prólogo a su edición de 'Crimen legal'-, en París generalmente y a esa porción de tiempo corresponden los bellos días en que vivir me fue dulce". Será entonces, al otro lado de los Pirineos, cuando el escritor se case y vea nacer a su hija.
Cuando regresa a España, pese a que Manuel Manchado habría de recordarle recitando a Verlaine, don Alejandro ya está mortalmente herido, la miseria, la locura y la ceguera se suceden mientras realidades y ficciones se confunden peligrosamente en su cabeza. Salvo una recopilación de artículos periodísticos y misceláneas, que aparecerá en 1910, un año después de su muerte, apenas publica. Muere en Madrid, en 1909, sin haber cumplido aún los cincuenta años y siendo admirado por los intelectuales más prestigiosos de su tiempo.
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Javier Memba
( ellibromundo.com. / Malditos, heterodoxos y alucinados)

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