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JOSÉ ÁNGEL BARRUECO



LOS HÉROES DE LA POESÍA


los héroes de la poesía
no somos nosotros, los
que subimos a la tarima
a sembrar los oídos
con metáforas

los héroes de la poesía
están detrás
entre bastidores:
tu marido
mi novia
su hermana
o la madre
de aquel tío

los héroes de la poesía
son los que nos esperan
son aquellos que nos
aguardan en las sombras
mientras nosotros,
entusiastas
vanidosos
poetas

recogemos
los aplausos.



(José Ángel Barrueco, El amor en los sanatorios, Canalla Ediciones, 2014)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO



EL PASEO DE LOS RAROS


míralos, allá van:
locos, ebrios, desesperados

caminando por los parques de tu ciudad
en la quietud de las sobremesas de verano

hablan solos, tienden puentes, fuman colillas
son como personajes de Samuel Beckett

prisioneros de su cabeza,
varados en lenguajes ficticios




(Poema extraído de Bukowski club. Antología poética, Canalla Ediciones, 2012)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO


DOS CAPÍTULOS DE LA NOVELA VIVIR Y MORIR EN LAVAPIÉS :


MARCO PARECE PENSATIVO


-¿Estás bien? Ya pedí la comida.
-Estaba pensando... ¿Has visto Dos hombres y un destino? Newman y Redford.
- Newman y Redford, sí. Hace muchos años, en la tele. No la recuerdo muy bien. Lo mío es el fútbol.
-¿Recuerdas cuando mueren? La imagen se congela y no queda claro. Que mueran, digo. Pero es evidente que los acribillan a balazos. Pues así me gustaría palmar a mí, Antonio. Despedirme luchando. No sirvo para morir en una cama de hospital.




YA LO DIJO CASIMIRO PARKER


Carlos Salem, poeta y escritor, perilla, gafas de montura fina, indumentaria negra, pañuelo pirata en la cabeza, camisa de manga larga, pantalón de cuero, botas, mochila, cigarro, sube por Ave María, gira a la derecha por la Travesía de la Primavera, desde donde ve por los cristales a la gente del Barbieri, y entra en la Asociación Cultural Pipo, "El Pipo". Allí se reúne con otros poetas: Gsús Bonilla, Marcus Versus & Isabel García Mellado, Esteban Gutiérrez Gómez, Bolo, Mayte Barrera, Ángel Petisme, El Kebran, Javier Belinchón, etcétera. Es hora del recital colectivo. Todos buscan la luz de la poesía.

(José Ángel Barrueco, Vivir y morir en Lavapiés, Ediciones Escalera, 2011)

RAÚL NÚÑEZ SEGÚN JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

José Ángel Barrueco


¿Por qué hay que recordar a Raúl Núñez?
            Hay que recordar su valor para ofrecernos una poesía de tono psicodélico, como resultado de haber fumado varios canutos e ingerido algunos ácidos; hay que recordarlo porque, en la narrativa, se adelantó a muchos de los denominados realistas sucios españoles que luego se han llevado la gloria, aunque, como apuntara David González, Raúl lo hizo primero: historias contadas con una prosa sin aderezos, que iba al grano y recorría los ambientes turbios de Valencia o Barcelona. Raúl siempre estuvo de parte de los perdedores y de las minorías, y por eso sus libros, ya sean poemarios, novelas o compilaciones de artículos, están repletos de borrachos y de fulanas y de gente que sobrevive como puede. Y no debemos olvidar su humor desenfadado, desde luego. Entre tanta desgracia y tanta miseria, siempre colocaba alguna frase que incita a la risa. 

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO



ASCO (Fragmento)



Sí.


En el océano es necesario desprenderse del pasado e ignorar el futuro y asumir un presente sin incógnitas ni suposiciones. Sólo así, ya sea navegando en un navío de guerra o en una chalupa a la deriva o en un yate de lujo o en un barco para turistas, puede el tripulante reprimir los instintos naturales que podrían acometerle al sentirse rodeado de agua por doquier: la agorafobia, la morriña o la añoranza o la saudade, la claustrofobia. Lo que puede destrozar a un marinero, y al mismo tiempo ayudarlo a digerir los trastornos propios de la soledad y la lejanía, es precisamente pensar en los suyos, en la mujer que dejó atrás, en los hijos que esperan en tierra y crecen sin que él los vea crecer, y pensar en ellos con nostalgia y con un deseo irreprimible de verlos y de abrazarlos, y a veces ese recurso, sin embargo y de manera paradójica, será lo único que mantenga su fortaleza.


En contra de lo que había creído y supuesto y pensado antes de embarcarme en un crucero de lujo por el Mar Adriático durante ocho días de julio, al pisar las cubiertas y los camarotes y recorrer algunos recovecos del barco no sentí el ahogo de la lejanía ni el deseo de regresar a tierra firme, ni noté el sofoco que, imaginaba, haría de mí un pasajero mordido por la prisa del desembarco.


Me desprendo del pasado en cuanto subo al M/V Zenith, no pienso en nada de lo que queda en tierra: ni mi ocupación diaria, ni mis amigos, ni la ciudad en la que vivo, ni mis rutinas… Y comprendo en seguida que ésa es o debería ser la solución secreta del marinero, del navegante: levar anclas respecto al tiempo, quedarse sólo en el presente, a verlas venir, a ver sólo las olas y las circunstancias y las tierras que uno va a visitar y los puertos en los que el barco atracará.


(José Ángel Barrueco, Asco, Editorial Eutelequia, 2011)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO


LA CAÍDA DEL HÉROE
.
Los felices márgenes de nuestra niñez, muchacho,
están repletos de héroes que rescatamos del cine,
la literatura, el cómic, la televisión
.

Tomamos a cada uno como modelo
para esculpir nuestra futura efigie
.

héroes de una pieza:
jesucristo superstar
luke skywalker
indiana jones
superman
bruce lee
batman
y sí,
un padre,
tu padre,
un hombre de carne y hueso
que no aparece en las películas
que trabaja y te cuida y ama a tu madre
y al que admiras desde tu insignificancia
.

pero un día,
muchacho,
descubres la verdad,
descubres el truco bajo la máscara

.
tu padre no es un héroe.

a esas alturas, entrando en la adolescencia,
sabes que los héroes no insultan a sus hijos,
ni los humillan en público,
ni desprecian a sus novias,
ni gritan a sus madres
no, los héroes no hacen nada de eso
y es entonces, muchacho,
cuando la vida te da la primera hostia
cuando sabes que tu padre no es el héroe que esperabas:
.

no es luke skywalker
es, más bien, darth vader
y va a sepultar con su odio tu inocencia.

.(José Ángel Barrueco, No hay camino al paraíso, Ya lo dijo Casimiro Carper , 2009)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO


RATTUS NORVEGICUS
.
Apenas unos metros de cloaca y habré llegado. El último tramo representa mi calvario particular: desde aquí alcanzo a discernir la bulliciosa cantidad de ratas, cucarachas y otros insectos que me repugnan y que lo pueblan. Oigo el deslizar del pelo sucio y el arrastre de los caparazones.
El doctor, ese chiflado de caletre anacrónico que me recuerda a un moderno Mabuse, me susurró en los procesos previos a la transformación: «Cuando no sepa a qué tenerle miedo, rebusque entre sus sueños más negros; allí encontrará la respuesta a mis plegarias».
Los roedores se aparean como en una orgía peletera de podredumbre y miseria. Se obcecan en invitarme y yo siento necesidad de fornicar con ellos, a pesar de la repulsión. Pero antes el deber de la venganza, del daño irreparable, de ajustar las cuentas. Jamás había pensado en frotarme con otros bichos, ni en sortear a las cucarachas, ni en morder un alimento podrido, roer un pedazo de papel, mordisquear la madera y remansarme en el surtido de tripas que los ciudadanos dejan en sus letrinas, para que esa mercancía de agua y heces atraviese estas cloacas que son mi morada.
Siguiendo las pautas del explorador más zarandeado y curtido en la búsqueda del peligro, desenterré entre mis sueños más tenebrosos los temores que había sentido desde la niñez: insectos, ratas, oscuridad. Todo era válido para el doctor. Él sabía que nunca he sido alguien sagaz; soy lento y corto de entendederas, y hasta él me llamó «retrasado» cuando derribé las vasijas de una mezcla con la que pretendía resarcirnos de ciertas enfermedades cuya cura ni la ciencia ha logrado descifrar.
La marea de basura que nos rodea va amansándose al final del canalón. Después forma un remolino, y la corriente se dispara por un conducto que lleva al exterior. Paso por encima de mis probables concubinas, trato de driblar entre ellas, palpo sus colas que transportan la peste y el tifus y me cuelo por una cañería. Ahora resta encontrar la senda y guiarse por el olfato.
Tras convertirme en una rata común gris, de alcantarilla, el doctor anotó un triunfo. Su mujer emitió uno de esos molestos chillidos que les nacen en la garganta a las hembras cuando nos presienten. Le obligó a matarme: le abandonaría, dijo, si no era obediente a su mandato. Él, apiadándose de su antiguo ayudante, me atrapó en una caja y me lanzó a mi suerte, a la orilla del río. No dudé en penetrar por los desagües e internarme en estas cárceles hediondas: arriba, a medio camino de esta maraña de cañerías, está la morada-laboratorio de mi querido amo.
La transformación me redujo el cerebro, pero me concedió esa destreza que es la astucia animal. Una rata no cede a los instintos de la clemencia: por eso mi primera víctima será su hijo de cuatro meses; exactamente, su garganta. Un cuello tierno que me servirá de alimento. El doctor no posee animales ni mascotas que me sirvan de estorbo. No hay alarmas ni peligros. A él me bastará con hincarle los dientes en las piernas mientras duerme, para que enferme, sufra y muera despacio. Pero a ella le espera una tortura, ¿cómo lo diría?, sí: de pretensiones nazis. Sí, es posible: creo que el útero será una morada perfecta para mis planes. ¿Será él capaz de sacarme de allí? Nunca estuve dentro de una mujer. Espero hacerlo en cuanto salga de este laberinto de cañerías.
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(José Ángel Barrueco, extraído de su blog Escrito en el viento)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

Ya conocimos al escritor zamorano como poeta, ahora una breve muestra de su buen quehacer como narrador. Entre los múltiples despropósitos que comete diariamente la prensa, desgraciadamente estos días hemos constatado uno: el diarío La Opinión de Zamora va a prescindir de los servicios de este magnífico escritor. Lamentable error.
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INSOMNIO

Poco después de conocernos, la chica me contó la historia de Eurídice, mito que responde a la irreversibilidad de la muerte. Confesó que padecía insomnio y que sólo durmiendo una noche en los cementerios (por algún siniestro morbo le atraía ese jeroglífico de cruces, cipreses y túmulos) podría curarse.
La acompañé hasta allí y nos tendimos sobre las tumbas.
Eurídice, como la llamo ahora, sanó de su insomnio, pero yo me convertí involuntariamente a esa región de las vigilias, no por el miedo sufrido entre aquellas tinieblas, sino por el hechizo de verla cerrar los ojos y entregarse al sueño, con una dulzura tal que su cuerpo pareció derramarse en mis brazos.
Esa imagen de su hermosura, poética y macabra, me convence, a la hora de acostarme, de lo irreversible de mi condición de insomne: como necesito imaginarla, jamás duermo.

.( Extraído del blog de José Ángel Barrueco Escrito en el viento)

JOSÉ ÁNGEL BARRUECO

Otro poema de No hay camino al paraíso:



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Asuntos propios

lo cierto es que mis hermanos y yo
no soportamos a nuestro progenitor
pero tampoco toleramos que alguien

ajeno lo insulte y se meta con él
los problemas familiares
los resolvemos entre nosotros

nadie nos ayudó entonces a odiarlo
y no queremos que nadie nos ayude ahora.

(Das Castro, Javier; Barrueco, José Ángel, No hay camino al Paraíso, Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009).