LOS GRAJOS.
- Bajo este cielo pródigo en colores,
en esta vega diáfana, encendida,
dejemos, noble amigo, nuestra vida
pasar, gozando los tardíos amores.
.
Huyamos los estériles honores
y sea nuestra gloria, no fingida,
la rústica beldad, en la escondida
quietud de un pobre huerto entre las flores.-
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Así dije, y mi amigo, señalando
una nube de grajos en el cielo,
me contestó con sentenciosa calma:
.
-Tarde nos llega el amoroso anhelo;
esa nube algo muerto está rondando,
y quizá esté lo muerto en nuestra alma.
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(Ángel Ganivet, en José Luis Gallero, Antología de poetas suicidas, op. cit.)
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