Related Posts with Thumbnails

ROGER WOLFE

ROGER WOLFE: "¿DÓNDE ESTABAS TÚ EN EL OCHENTA Y SIETE?"
Reproducimos un fragmento de este relato incluido en Mi corazón es una casa helada en el fondo del infierno. Wolfe satiriza los cenáculos literarios, en este caso uno en los que sus protagonistas son los maestros de la generación de los 50 Carlos Borral (Carlos Barral), Eladio Rodríguez (Claudio Rodríguez), José Agustín Urrusolo (Goytisolo) y Abel González (Ángel González).
......
[...]
Balantáin organizó unos Encuentros Poéticos en el teatro Campoamor.
"La Voz Poética de una Generación", creo que los llamaba.
Vino la basca de costumbre.
Sentí curiosidad.
Una de las noches se habían ido a tomar copas al Trafalgar y me dejé caer. Decidí que lo mejor sería limitarme al zumo de tomate.
Carlos Borral no hizo lo mismo.
Lo sacaron por la puerta entre cuatro camareros. Dos por los hombros, dos por los tobillos. Salió dando floretazos al aire con el bastón y amenazando con joderle el ojo sano a Le Pen.
Los contertulios comentaron la gracia del Carlitos y hubo muchas risas.
Luego se aguó la función.
Eladio Rodríguez emergió momentáneamente de su habitual estupor etílico para cagarse en la madre de alguien.
Escogió la de José Agustín Urrusolo.
El Urrusolo le devolvió el favor largándole un sopapo que lo estampó contra el camarero más cercano. Una bandeja cargada de cócteles voló a tomar por culo.
Esta vez, la gente esperó unos minutos antes de reírse.
El camarero murmuró una disculpa por su evidente estupidez y se dispuso a recoger los escombros.
Eladio se giró amagando una patética voltereta de bailarina coja y paseó sus ojos inyectados en sangre por el auditorio.
"¡Veo lo invisible!", exclamó por fin. "¡V-v-v-ve-oo l-l-lo in-vi-s-s-si-ble!"
Me parece que se estaba refiriendo a su famoso don de la ebriedad.
[...]

Era muy tarde y no quedaba casi nadie en pie.
Eladio Rodríguez se sostenía a duras penas al fondo de la barra y cuando le entré con no sé qué basura empezó a tambalearse más precariamente que yo.
Lo dejé apuntalándose con el cubata y me volví hacia la puerta.
Abel González se había atrincherado en un rincón con una guitarra y una jovencita rubia que podría ser su nieta y probablemente lo fuera.
Mecía un whisky en baso bajo y exhibía una dispéptica sonrisa tras sus barbas blancas de chamán envejecido.
A la rubita le ardía un candelabro en cada ojo.
Me acerqué a ellos pegando gritos y saludé al gran hombre con un efusivo espaldarazo que roció de whisky las líricas protuberancias de la tipa.
Luego me incliné sobre ella y le escupí junto a la oreja.
"¡Me han dicho que folla aún mejor de lo que escribe!"
Al bardo de la sutil ironía le debió parecer excesivamente basto mi piropo.
Me echaron a la puta calle.
Hacía frío.
El hálito brumoso de la vieja ciudad me abofeteó húmedamente la cabeza.
Había conocido a los grandes poetas y eran tan insípidos como probablemente lo serían sus notas necrológicas. [...]

No hay comentarios: