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RUTEBEUF

Rutebeuf, el patriarca

de los poetas de la miseria

Javier Memba

Deforme, borracho y tan desdichado en amores como en el juego -según se define él mismo en sus versos-, Rutebeuf bien puede ser considerado el patriarca de los poetas de la miseria. Ahora bien -según explica Martín de Riquer, uno de sus grandes admiradores entre la erudición española-, pese a ser este que hoy presentamos un claro precedente de François Villon, es exagerado considerarle "el antepasado de los poetas malditos". Tal vez sea su sincera devoción por la Virgen o su ardor al proclamar en sus composiciones la santidad de la cruzada, las que le redimen de tan encomiable destino.

Sin que podamos precisar la fecha de su nacimiento, si cabe decir que era de condición humilde y oriundo de Champaña, aunque vivió casi siempre en París. Fue también en la orillas del Sena donde, entre 1245 y 1280, el poeta escribió sus composiciones y sirviendo a su vez a Alfonso de Poiters y Carlos de Anjou, que fueran hermanos de san Luis y protectores literarios de nuestro poeta.

Dar cuenta de sus desgracias

A diferencia de los trovadores y juglares de su tiempo, Rutebeuf no escribe ni para satisfacer a la corte ni para ser cantado. Muy por el contrario, coge la pluma para dar cuenta de sus desgracias y ser recitado o leído. Es por ello que ahora nos parece el más moderno de los trovadores franceses cuya obra ha llegado a nuestros días. Modernidad a la que contribuye la pasión con la que denuncia en sus sátiras los abusos de los poderosos o toma partido en sus "debates" y "fabliaux" por las cuestiones que ocupan a la sociedad parisina de sus días. De alguna manera, el encendido tono crítico de sus composiciones, le convierten en un remoto antepasado de los poetas sociales y comprometidos que conociera el siglo XX.

Sin embargo, será un tema en el que coincidirá con Gautier de Coinci, Alfonso X y Gonzalo de Berceo: la caída y redención de Teófilo -el sacerdote que vende su alma al Diablo para, una vez arrepentido, ser salvado por la Virgen- el que inspirará la que los expertos consideran la mejor composición de sus composiciones: 'El milagro de Teófilo'. Más acorde con el epígrafe de nuestra serie, se nos antoja el Rutebeuf que da noticia -su constante preocupación por escribir al hilo de la actualidad de París ha hecho que algunos de sus estudiosos vean en él a un precursor del periodismo- de sus desdichas y miserias. Así, en el poema titulado "Decir la tristeza de Rutebeuf" escribe: "He vivido de la hacienda ajena, que me han dado y prestado; pero ahora nadie me otorga crédito porque me saben pobre y endeudado (...). Toso de frío, bostezo de hambre; no tengo abrigo ni lecho".

En cuanto a los amores, la suerte le es igual de adversa. Según confiesa él mismo -protagonista de un buen número de sus poemas- su mujer es tan miserable que sólo puede ser amada por él. Resignado a ello se consuela pensando que eso precisamente es la mejor garantía de su fidelidad. La constante adversidad a la que se le condena no merma un ápice de su devoción por la Virgen ni de su preocupación por la corrupción de las órdenes religiosas, de las que llega a ser un verdadero azote. Entre los mejores versos de Rutebeuf, Martín de Riquer destaca aquel que reza: "La esperanza en el mañana es mi única alegría". Ya no tiene más consuelo que algún trago de favor en la taberna. En efecto, a diferencia del presente, siempre enemigo, el futuro habría de serle favorable. No hay ningún dato fehaciente que nos permita precisar la fecha de su muerte. Por el contrario, sí podemos dar noticia de que la fama como poeta de Rutebeuf se acrecentó a lo largo de toda la Edad Media. No en vano fueron aquellos los días de los goliardos y fuera de los palacios, ante cuyos señores nuestro juglar nunca humilló la cabeza más de la cuenta, casi todo era pobreza.

( ellibromundo.com. / Malditos, heterodoxos y alucinados)

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