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PATRICIO PEÑALVER ORTEGA


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Las dificultades y la tensión con aquella gatita casada hasta el día del encuentro eran tan fuertes que cuando llegaba el momento del acto sexual, aquello explosionaba de tal forma, que a veces la cabeza se le subía por las paredes y tardaba un tiempo en bajar.


Subía por las escaleras de... su casa y por momentos recordaba, que la noche anterior ya no existía. Por cierto, estaba desayunando con el periódico y las noticias como recién muertas se repetían con tanta fluidez como los muertos de las interminables guerras que se enlazaban unas a otras configurando la insoportable historia de todos los muertos de la gran Historia de la infamia Universal.
Me levanté y ya estaba sentado en la terraza de un bar de la calle Platería, ya disfrutaba más de media hora viendo el trasiego de las gentes con sus historias reales que yo imaginaba. Al momento pasó un señor llamado Venancio, con su clásica gorra de visera de ciclista y con varios periódicos bajo el brazo, se detuvo y me contó todos los muertos individuales, con nombre y apellidos, que esa mañana aparecían en las esquelas de los periódicos, y de todos los otros muertos colectivos que el día anterior habían perecido en el Mundo: en las guerras, en los accidentes de tráfico y en los atentados. Venancio tenía obsesión con los muertos diarios.

La temperatura aunque seguía su imparable ascenso iniciado en los últimos días y los cuerpos no lograban aclimatarse hasta casi la mitad del mes de Agosto. Sin embargo, los comentarios de todos ya no giraban en torno al elevado calor, ya se empezaba a pensar y a hablar de las fiestas del mes de septiembre. Un año, dos años, siete agostos y todos los agostos de la vida seguían siendo iguales.

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(Fragmento de una novela que Patricio Peñalver Ortega está publicando en su muro de facebook)

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