EL PÚGIL EN GUARDIA
El boxeo es la magia de los hombres en combate,
la magia de la voluntad, la habilidad y el dolor,
y de arriesgarlo todo para poder respetarte a ti
mismo durante el resto de tu
vida.
Se parece a escribir.
Alexander Drake,
pseudónimo de un escritor natural de San Sebastián, es un misterio para mí.
Conozco su verdadero nombre, pero prefiero no difundirlo aquí porque en la
biografía de sus libros publicados él nunca lo pone y debemos respetarlo. Desde
que apareció Vorágine, compilación de
relatos que obtuvo un premio y la posterior publicación, apenas nos hemos
intercambiado algunos correos electrónicos, y todo lo que sé de él es lo que he
leído en un par de entrevistas.
Vorágine
me perturbó: mezcla el sexo,
la violencia y la crueldad mediante una prosa directa y desnuda, y desde la
primera historia uno se convierte en adicto de sus relatos plenos de sordidez. Vorágine, es evidente, también me
fascinó (de lo contrario yo no estaría abriendo esta segunda edición de Ocho relatos de boxeo). Por eso no quise
perderle la pista a este hombre-enigma cuya obra va a rescatar Lupercalia
Ediciones.
Supongo que es un lugar
común afirmar que Drake proviene de la estirpe de Ernest Hemingway y su célebre
“teoría del iceberg”, en la que se oculta más de lo que se cuenta para que el
lector complete en su cabeza los datos que faltan. Pero ésa es la verdad: el
minimalismo que practica en sus textos, en los que jamás hay juicios previos ni
enseñanzas morales, es un ejercicio que requiere de una gran destreza. Y él la
tiene.
El presente libro es una recopilación, como
se indica en la nota preliminar: relatos de aquí y de allá, unidos por la
temática y por la sangre de los cuadriláteros. No hay muchos escritores que
ambienten sus historias en el ring (o yo no los he leído, o quizá no estén
traducidos al castellano), quizá por lo difícil que es mantener la atención del
lector contándole cómo dos contendientes se destrozan a golpes; el cine o los
combates televisados cuentan con la ventaja de la imagen y del sonido, con la
sangre y el sudor corriendo por los cuerpos, con la voz de los locutores o de
los entrenadores que les gritan a Rocky Balboa o a Jake LaMotta. El escritor,
en cambio, está solo en su cometido: debe confiar en las palabras y en el ritmo.
No hay muchos escritores que toquen el tema,
pero podemos citar algunos que lo han hecho con habilidad (me refiero a la
narrativa, porque en el ensayo tenemos perlas como las que escribieron Norman
Mailer o Joyce Carol Oates): Thom Jones en varios de los relatos reunidos en El púgil en reposo, Ola de frío y Sonny Liston
fue mi amigo; Budd Schulberg en Más
dura será la caída; Jack London en cuentos como “El combate” o “Un buen
bistec”; y, sobre todo, F. X. Toole, pseudónimo del escritor y antiguo entrenador
de boxeo Jerry Boyrd, quien puso lo que sabía y lo que había sufrido en las
historias recopiladas en Million Dollar
Baby (algunas de las cuales utilizó Clint Eastwood como inspiración para
una de sus obras maestras, de título homónimo).
Los autores citados
hablaron de la caída y escribieron sobre la derrota y fueron capaces de
mantenernos atados a la crónica narrativa de las peleas. Y lo mismo sucede con
estas historias de Alexander Drake. Porque el ritmo
que consigue en la narración de los combates es envidiable: logra que uno “vea”
o “visualice” cada pugilato, como si estuviera asistiendo en directo a su desarrollo o
escuchase la retransmisión de un locutor con talento. Drake te hace subir al ring junto a él, y te muestra lo que ocurre
entre las cuerdas con una visión objetiva que recuerda a la de la cámara de un
documental: es testigo, pero no participa (véase, por ejemplo, el cortometraje Horizonte despejado, cuyo guión
escribió, y que narra la historia de un surfista francotirador).
De vez en cuando el autor
nos baja del ring, y también ahí alcanza altas cotas de gran literatura: en
esos momentos en los que sólo queda la soledad del púgil, como en los
espléndidos “La pesadilla del luchador” o “Arregui, la leyenda del boxeador”,
que cuenta la historia de un hombre que gana dinero y gloria en Estados Unidos
mientras los suyos sufren la locura de la Guerra Civil en España.
Y ya sólo me resta
pedirles que disfruten de la velada: Alexander Drake les golpeará con sus
palabras, sin bajar la guardia, como un púgil que nunca descansa.
José Ángel Barrueco
Madrid, 2014
(Alexander Drake, Ocho relatos de boxeo, Ediciones Lupercalia, 2014)
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