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DIEGO MEDRANO















Los sueños diurnos de un insólito actual: Diego Medrano
                         Joaquín Piqueras


No existe vida fuera de las palabras.
Louis Aragon

Jaime Arencibia comenzó a pensar que, con la vida que llevaba, se perdía muchas otras vidas.
Diego Medrano


Como su personaje Jaime Arencibia, Diego Medrano no se ha querido perder otras vidas y las ha vivido a través de la literatura, “cambiar la vida por medio de la literatura, la literatura como actitud vital”, dice su heterónimo Dante Cornellius en la polémica novela El clítoris de Camille (1). A través de la literatura, Medrano se ha creado a sí mismo y ha dado vida a múltiples personajes que tienen en común el ser “artistas del fracaso”: bohemios, malditos, dipsómanos, raros, locos, excluidos sociales, esto es, los “héroes inútiles”. Con este título precisamente se dio a conocer el año pasado, pese a llevar una década dedicado a la creación literaria, este joven escritor nacido en Oviedo en 1978, que abandonó sus estudios universitarios de Filosofía, “tras sentirse como Óscar Wilde en prisión”, en pos de una ciclópea vocación literaria . Los héroes inútiles (2) es un título inspirado en Baudelaire, quien en su correspondencia se refirió al espanto de llegar a ser una persona útil y en sus Escritos autobiográficos (3) escribió: “el oficio de héroe sigue vacante”; los “héroes inútiles” son seres que no sirven para la vida, sino sólo para el arte y la literatura, únicos asideros posibles para redimirlos de la mediocridad reinante. La obra recoge la correspondencia epistolar que Medrano mantuvo durante seis años con nuestro maudit oficial, a su pesar, Leopoldo María Panero. A través de 200 cartas se repasa la vida y la literatura desde las ópticas de un poeta que ha conocido el infierno y de un joven escritor empapado de literatura que se muere por conocerlo. En la obra no hay un diálogo epistolar propiamente dicho, ya que el autor de Guarida de un animal que no existe no responde a Medrano, o al menos no lo hace de forma más o menos coherente, sino que crea su propio discurso, a veces lúcido, otras delirante, repleto de citas, iluminaciones, homenajes y críticas, amores y desamores – por ejemplo, el de la también novísima Ana María Moix, que fue, según el poeta, la causa de su locura -, persecuciones..., y sobre todo mucha literatura. Según Medrano, apoyándose en la cita de Aragon que encabeza este artículo, “no existe más vida que la literatura” y “ todas las referencias de Leopoldo son literatura, toda su vida es literatura”. También la vida del escritor asturiano lo es, pues sus cartas no son sino insólitos ensayos sobre literatura o sobre las “vidas inútiles” de bohemios y perdedores, siempre desde un determinado prisma literario, cuyas coordenadas van desde el decadentismo y el malditismo finiseculares al surrealismo – según Medrano, algunos editores han definido este libro como el “último cadáver exquisito” -. Precisamente esa pasión por determinado tipo de literatura, así como la obsesión por el fracaso y la autodestrucción (verdadero leit motiv de la obra) dan unidad temática al conjunto de una correspondencia que a priori parece que no es muy correspondida. El resultado, según Luis Antonio de Villena (4), es un libro que puede considerarse como “el último tratado español sobre el malditismo”.
En menos de dos años, un joven autor que rechaza las tertulias y reuniones literarias – a las que considera meros pretextos para mantenerse en el mundo de la literatura aportando poco o nada- ha dejado de ser “maldito” y se ha convertido en “bendito” al publicar nada más y nada menos que cuatro obras: en 2005 además de Los héroes inútiles edita el libro de poemas El hombre entre las rocas (5), que en realidad es una especie de cuaderno agenérico de escrituras varias donde se confunden lo lírico y lo narrativo, se trata de “poesía sin versos y narración sin trama, a la manera de Jean Cocteau y René Char”. Medrano no cree en los géneros, “los géneros para la prostitución” -dice en una entrevista-, por tanto, las dos obras narrativas que ha publicado este año, la presunta novela El clítoris de Camille -en enero- y la supuesta colección de microrrelatos Los sueños diurnos (6) – este verano-, son obras transgresoras y de difícil clasificación. En la primera el hilo argumental es mínimo, la turbulenta historia de amor entre Dante Cornellius y Camille – en realidad “ éramos una pareja de tres, ella, yo y la locura”, dice el protagonista – sirve como engarce narrativo a una mezcla heterogénea de elementos diversos: pensamientos, recuerdos, poemas, citas, juegos gráficos, experimentos metanarrativos y ,de nuevo, mucha literatura: Cornellius, narrador en primera persona, personaje bohemio irreal de larga melena blanca ( por su adicción a los lácteos y a la masturbación), que vive en un pueblo irreal ( que es abstracción de cualquier pueblo de provincias español, en el que la mediocridad domesticada y el convencional analfabetismo materialista son el pan de cada día ) que se llama o se “podría llamar” Osito de peluche, vive su experiencia amorosa con Camille dentro de una aislante burbuja literaria, que es su locus amoenus particular, en la que respira de su particular mitología: Wilde, Rimbaud, Baudelaire, Queneau, Lautréamont, Kafka, Michaux, Ory, Cirlot, Panero, Gimferrer y un largo etcétera. Diego Medrano en el epílogo de la obra – “Dante Cornellius por Diego Medrano” (7)- indica que la omnipresencia de los mitos literarios en la obra viene justificada por la “propia fascinación y dependencia que tiene el personaje por todo aquello que sea literatura” y “por el diálogo que establece dicho personaje o quiere establecer con respecto a la obra o persona de aquéllos”. Según el autor, El clítoris de Camille es “el monólogo de un enfermo dentro de un subrayado sentimiento amoroso”, un “monólogo interior descriptivo en ocasiones, introspectivo en otras” y la “atmósfera de aparente dislexia, caos, desorden, escritura automática” que presenta traduce “la propia mente del personaje”, de este modo justifica Medrano la técnica narrativa empleada en la obra, que tiene algo de “novela/río” – a lo Cervantes-, de “novela/diario” – a lo Goethe -, “novela/polémica” – a lo Navokov o Radiguet- y de “novela/joyceana” (8), en la que se juega con “la sintaxis, con la gramática y con las orejas frías del lector”. La obra, ya desde el mismo título, parece buscar la provocación en la anodina y excesivamente conformista escena literaria actual, y es que, según su autor – parafraseando a Ana María Matute-, “la literatura que no azote conciencias no sirve para nada”. En la obra hallamos el extremo – sólo accesible por exceso, nunca por defecto, como quería Bataille-, la vida al límite, el arte como patología vital y una inevitable propensión hacia lo escatológico y excrementicio: “La mierda también es materia literaria. Juan Ramón Jiménez decía: el amor es el lugar del excremento” (1). En la presentación en Barcelona de su obra Los sueños diurnos, Medrano advirtió que “el culto a la mierda, a los excrementos o a las patologías que pueda haber en la novela es pura literatura” y agregó que jamás pretendió una provocación gratuita sin más.
La obra insólita de Diego Medrano ha recibido numerosas críticas - que para el autor, aunque muchos piensen lo contrario, no son buenas para tener “conciencia de escritor”, sólo producen “juguetes rotos” -; algunas negativas: así, por ejemplo, Ricardo Senabre (8), tras resaltar innegables valores de la obra, tales como la originalidad de algunas ideas o la evidente capacidad del autor para manejar el humor descoyuntado y la parodia, arremete contra la estructura narrativa, habla del relato como un conjunto de “secuencias predominantemente discursivas y un tanto desflecadas, más cercano al autorretrato fragmentario y surrealista que a la organización novelesca propiamente dicha”; habla, asimismo, de una prosa carente de rotundidad e imaginación para mantener una “historia sin historia” y de demasiados descuidos en el discurso, hasta hacerlo caer a “niveles elementalísimos”. Por el contrario, la obra ha contado con el beneplácito y el elogio de autores como los ya aludidos Leopoldo Mª Panero y Luis Antonio de Villena o de Pere Gimferrer (6), su entusiasta descubridor y responsable de su edición en Seix Barral:

“La inventiva verbal y la pujante vitalidad creadora de Diego Medrano, en la larga estela que va desde Ramón Gómez de la Serna a Juan Manuel de Prada, sitúan a este escritor insólito entre las principales sorpresas de la narrativa española reciente”.

Con la reciente edición de Los sueños diurnos son varios los escritores que han arropado el estilo del joven Medrano; autores tan diversos – tal y como se puede leer en la contraportada de la obra (6) – como los citados Gimferrer y Panero – este último lo define como “escritor realista al estilo de Kafka”, que “triunfa en la letra impresa sólo a costa de su propia vida”-; el novelista Luis Sepúlveda, que se refiere a la escritura del autor como “un homenaje a la imaginación, energía casi en estado puro”; o el poeta Antonio Gamoneda, que habla de su “convincente terrorismo” literario. Los sueños diurnos es un título inspirado en Sigmund Freud -“ El poeta y los sueños diurnos” (9)-:

“ El hombre una vez que deja de ser niño, en lugar de jugar, fantasea. Hace castillos en el aire, crea aquello que denominamos ensueños o sueños diurnos”.

En realidad, todas las fantasías literarias de Medrano no son sino eso, “sueños diurnos”; esta bella y antitética expresión no sólo se ajusta a los microrrelatos de su último libro, sino que es perfectamente extrapolable a relatos, poemas o ensayos de las demás obras, habida cuenta de que en todas ellas el ensueño y lo onírico - dentro de las flexibles paredes de la literatura - forman parte de la realidad cotidiana. Los sueños diurnos, que tiene el subtítulo de Manual para amantes, pobres y asesinos, está compuesto por 300 micronarraciones protagonizadas por personajes extremos ( paranoicos, alcohólicos, drogadictos, artistas del hambre, adictos al sexo...) que viven situaciones imposibles y participan en diálogos delirantes en una lucha, según el autor, “para exhibir su mundo interior”. En la presentación del libro en Barcelona, Medrano lo definió como una “biografía del fracaso” y además añadió que se trataba del más autobiográfico de sus libros. Los 300 relatos tienen una extensión que cabe en una servilleta de bar, que es donde parece ser que originalmente fueron concebidos, pues pertenecen a una etapa del autor “dipsómana, extraviada, loca, en la que no se encontraba con fuerzas para escribir algo más largo”. Javier Tomeo, en dicha presentación, calificó la obra de plena novela, algo que no es descabellado si tenemos en cuenta que, a pesar del trasiego de personajes irrepetibles – es de destacar el extraordinario ingenio para la invención antroponímica del autor -, hay un claro tono unitario, decadente, humorísticamente negro, lleno de sorpresas y giros inesperados; una temática recurrente, basada de nuevo en el fracaso, la soledad y la redención literaria; y unos escenarios predominantemente urbanos, o más bien infraurbanos. Además, el fragmentarismo – Senabre dixit – forma parte del estilo novelesco de Medrano. Pero, como ya hemos indicado más arriba, el género es lo que menos preocupa al autor, quien próximamente dará a luz otras dos obras: El viento muerde, presuntamente de poesía, y el primer tomo de sus memorias íntimas: Diario del artista echado a perder. Nuevos sueños diurnos para un autor que no se cansa de “ensoñar”, nuevos paraísos para uso de “héroes inútiles”, como nosotros, los que sólo vivimos en, por y para la literatura.

BIBLIOGRAFÍA

(1) Diego Medrano: El clítoris de camille, Madrid, Seix Barral, 2006.
(2) Leopoldo Mª Panero y Diego Medrano: Los héroes inútiles, Castellón de la Plana, Ellago Ediciones, S. L., 2005.
(3) Charles Baudelaire: Poesía completa, escritos autobiográficos, los paraísos artificiales, crítica artística, literaria y musical, Madrid, Espasa-Calpe, 2000.
(4) Luis Antonio de Villena: Prólogo a Los héroes inútiles (2).
(5) Diego Medrano: El hombre entre las rocas, Madrid, Arena Libros, S. L., 2005.
(6) Diego Medrano: Los sueños diurnos, Barcelona, Cahoba Promociones y Ediciones, 2006.
(7) Diego Medrano: “Dante Cornellius por Diego Medrano”, epílogo a El clítoris de Camille (1).
(8) Ricardo Senabre: “El clítoris de Camille”, El Cultural de El Mundo, enero 2006.
(9) Sigmund Freud: “El poeta y sus sueños diurnos”, en Obras completas, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, S. L., 1997.


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