LA PEQUEÑA CIEGA
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Cada día le compraba uno o dos cupones. Estaba seguro que me traería suerte. Era muy joven, con el pelo corto y rubio. Tenía una caseta en una calle cercana a la avenida del Oeste. En verano solía estar en la puerta o dando vueltas por allí.
Se llamaba Nieves.
Siempre me preguntaba cómo sería su mundo. Quizá en él todo fuera diferente a éste y quería saber qué sentido oculto tendría su vida pero nunca me atrevía a preguntarle nada sobre ella. Todo lo que sabía era que vivía con su madre.
Lo que más me intrigaba era que cuando estaba acercándome a ella, comenzaba a sonreír levemente.
-¿Cómo sabes que soy yo? –le pregunté un día.
-No lo puedo explicar –respondió ella. –Pero no tiene importancia, lo que cuenta es que me haces sonreír.
Poco tiempo después sentí que la echaba de menos, que los fines de semana, en los que no trabajaba, me encontraba perdido y salía a buscarla aún sabiendo que no la vería.
Por las noches comencé a desearla.
-Nieves, quiero hablar contigo –le dije una mañana de lluvia torrencial.
-Ya lo estás haciendo.
-Sí, pero me refiero a que me gustaría hacerlo en un sitio más tranquilo.
-¿Por qué no entras? –preguntó ella. –Te estás mojando mucho.
Entré a la caseta.
-Aquí se está bien –agregó.
-Pues entonces, ¿qué me respondes? –insistí.
Nieves se echó a reír con ganas.
-Estás muy nervioso –dijo.
Quedamos para ir a dar una vuelta a la Malvarrosa el domingo siguiente.
-¿De qué querías hablarme? –preguntó Nieves cuando nos sentamos en una de las terrazas de la playa.
-No lo sé...
-Venga, no seas tonto.
En realidad no sabía por dónde empezar. Me parecía estar haciendo el ridículo. Que todo aquello no tenía sentido.
-Me gustas mucho –dije como un adolescente.
-Yo trabajo –explicó Nieves mientras encendía un cigarrillo.
–No te imaginas la cantidad de dinero que gano. Lo de los cupones es una tapadera de cara a mi madre...
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1 comentario:
el bukowski español
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