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GUSTAVO CAMPOS


DESDE EL HOSPICIO

Me alimento de poetas
que fracasaron en su vida,
de aquellos que prefieren un verso
a los labios de la mujer que aman.

De los que construyeron a la orilla del mar la fe,

como de la soledad su tumba. De aquellos a los que no dije:
las esperanzas son un laberinto disfrazado de atajo.

De a quienes les soplé una órbita de tristezas
y quedaron atrapados
en el centro del misterio, como dentro de un remolino.
De esos me alimento.

Soy bestia: lanzo pecados.
Derribé gigantes en la era de David.
Convertí en monstruos los molinos
y las piedras en pan.

Soy el sol que entra en los humanos,
y después, cuando ha recorrido su cielo,
les deja un monstruo por ocaso.

Escojo, al azar, poetas
y los convierto en tristes o exultantes.

Me alimento de poetas
porque ellos creyeron que me hacían cuando sólo fueron mi reflejo.


III

Nadie ama a otro como a sí mismo.
W. Blake

No amo a nadie como a mí misma
y a la humanidad
no puedo retenerla en un espejo.
Cuánto me repugnan los poetas,
tan inocentes; creen inventarme,
creen que me ocultan,
que me salvan.


(Gustavo Campos, Desde el hospicio, Honduras, Editorial Nagg y Nell, 2008)

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