DESCORAZONADO
Fue un verdadero poeta: no tenía canto alguno.
Muerto, amaba el día y desdeñaba gemir.
Pintor: amaba su arte —Se olvidaba de pintar...
Veía demasiado —Y el ver era una ceguera.
Sueño hueco: muy profundo descansa en su sueño;
Sin darle forma de globo que estalla,
Sin abrir al buen hombre y buscarse dentro.
—Héroe puro de novela: adoraba la morena,
Sin ver si era rubia... Adoraban la luna;
Pero nunca amaba —Pues tiempo no tenía.—
—Buscador infatigable: aquí donde se currela,
Miraba currar, desde lo alto del gran alma,
Cansado de piedad por los que curraban bien...
Minero del pensamiento: tocaba su frente pálida,
Para rascar un grano o rascar el problema
Que allí le taladraba —No hacer nada—.
—Decía: «¡Sí, la musa es estéril!, es hija
Del amor, del ocio, de la prostitución;
¡No la deforméis con vientre de familia
Que cubra un semental para la producción!
«¡Oh vosotros que amasáis, peones del pensamiento! Vosotros
cuyo capricho ha trocado en amantes,
—Vanidad, vanidad— la loca noche pasada,
¡Vosotros lo pregonáis a cargo de los redondos ojos de los patanes!
«Ella os desfloró, a vosotros, como gatos que uno ahoga,
Habéis colgado su ala o su red,
Contentos de tener en vuestra manos una pluma de oca,
O pelos que rascan, ¡en forma de brocha!»
—Decía: «¡Oh ingenuo Océano! ¡Oh florecillas,
No estamos aquí, sin pintores ni poetas...!
¡Qué vidriero ha pintado! ¡qué ciego ha cantado...!
¡Y qué vidriero canta, raspando su paleta,
«O qué ciego ha pintado con su clarinete!
—¿Es ese el arte...?
—Sólo le queda en la Sublime
Bestia
Ahogar su orgullo vacío y su virginidad.
Mediterráneo
(Tristán Corbière, Antología poética, Selección, traducción y notas de Clara Janés y J. M. Martín Triana, Visor, 2003)
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