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JUAN CARLOS VICENTE





ANTES PENSABA QUE YA NADIE HABLABA EN SERIO DE AMOR


II
     Lo primero que preguntó fue que si estaba casado, a lo que él respondió que no. Ella sí lo estaba, desde hacía diez años. Hablaron durante una hora de lo que quisieron ser y de lo que eran, tomaron un par de copas para acabar de soltarse y luego se besaron a la salida del bar. En la habitación del piso compartido de él juntaron sus cuerpos, unos cuerpos que intentaban estremecerse por las caricias del otro, pero que en vano intentaban hacer memoria de una pasión que allí no se encontraba, ni se encontraría, y, haciendo uso de la experiencia y la brutalidad de las relaciones vividas, o en curso de desidia, apagaron la luz para buscar a tientas una mentira menos dolorosa con la que correrse. Cuando el teatro de la pasión fingida acabó, los cuerpos tendidos, retenidos en la cama, aparecieron más viejos, más cansados de sí mismos. Sobre la cama parecía haber una presión invisible que les aplastaba mientras el sudor se convertía en fría sal. Ella se vistió mientras él estaba en el servicio, con la puerta cerrada como si fuese un zulo en el que secuestrar lo que ya nadie necesitaba. Ni siquiera se despidieron de verdad, solo acordaron, de una manera silenciosa, olvidarse.


(Relato extraído de su blog MATAHORAS)

2 comentarios:

J. G. dijo...

otro autor más, son infinitos, no se acaban nunca

Anónimo dijo...

Tipico y absurdo