MEMORIA DE
Memoria de lo que soy y nadie más comparte.
Más allá del caprichoso abrazo de los genes o del
órgano con precisión descrito, soy sandalias trotamundos en abril y las
primeras cerezas del verano, el olvido del colegio y la mixtura del salitre y
los jazmines.
Más allá del bermellón que discurre por el plasma
o la danza atávica que ejecutan las neuronas, soy el cuento compartido a la luz
de una linterna tras las sábanas. Rezar después. En ese tiempo dios y los reyes
magos existían verazmente.
Más allá del formal metrónomo que dirige cuanto
somos o la bioquímica que me sostiene a mí y a otros seis mil millones
sostiene, soy la pregunta impertinente, la divisa de la duda en las pupilas, el
aroma de las manos de mi madre, en mis manos el don de su consuelo.
Soy
el deseo de la nieve y el anhelo de un perro compañero,
el miedo inconfesado de crecer, la intuición primera de la muerte.
el miedo inconfesado de crecer, la intuición primera de la muerte.
Yo soy quien ya no es. Inútilmente.
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