DOUG YULE
A veces pienso en Doug Yule.
Doug Yule: un tipo que tocó,
cuando todo estaba acabando, en la Velvet Underground.
La Velvet Underground: un grupo célebre,
años sesenta, Warhol y todo eso,
la sonrisa plutónica de Manhattan, y todo eso.
Le veo llamando a la puerta de la lujosa casa de Lou Reed
en Nueva York.
“Ya está aquí el pesado de Doug”.
Timbre de oro en donde Doug estampa sus dedos delicados.
Me podrías dejar tocar en tus conciertos, estoy tan acabado.
Necesito una oportunidad. Mi nombre no suena en
ninguna parte.
¿Qué es el talento? Yo te lo diré: es una puta suerte que yo
no tuve.
Tú envejeces y todos alaban tus arrugas, son arrugas sagradas
las tuyas;
las mías son las arrugas de un viejo nada más;
y dime qué diferencia puede haber en esas arrugas,
si somos viejos los dos.
Tenemos los sesenta bien cumplidos.
Mis vecinos se quejan cuando toco la guitarra,
yo no tengo estudio, y llaman a la policía.
Y la policía no sabe quién soy, un loco más, un jodido viejo
aporreando una guitarra monstruosamente vieja.
Después de que me invites a una cerveza, volveré al Metro,
y me perderé,
no te preocupes.
No, por favor, no me regales tu último disco dedicado.
Métetelo por donde te quepa, no me llamas nunca,
nunca me llamas,
podría necesitar cinco pavos que tú no me los darías.
Escribí en la década de los ochenta varios artículos sobre ti
en una revista de Oregón y te los mandé fotocopiados
y tú no me contestaste, no me diste ni las gracias.
Decía de ti que eras la gran leyenda negra de estos tiempos
cargados
de electricidad, de ciudades muertas,
de lunas convertidas en putas lunáticas.
Vengo a tocar contigo en los conciertos.
Vengo a que me des un poco de lo que te sobra.
Una oportunidad de ser yo también un viejo de oro,
un genio envejeciendo,
de que me hagan entrevistas,
de que me pregunten a mí también
por la Velvet Underground.
No sabes lo que es estar en el paro de la gloria,
en el puto paro de la fama.
No tengo ni una web en condiciones, por qué no me llamaste
cuando reuniste a los Velvet y te fuiste a Europa.
Llamaste a todos, menos a mí, maldito sinvergüenza, quería
matarte.
Tuve que gastarme un pastón en el psicoterapeuta por lo de la gira
de la Velvet, no podía abrir el periódico, allí estabais los cuatro,
aunque tampoco os dedicaban tanto espacio,
tanto espacio,
tanto espacio.
Por qué no me llamas nunca.
Qué bien, tocar en Europa, sacar una pasta, viajar, y la fama.
Y los hoteles, y las entrevistas,
y los cruasanes con miel en el desayuno.
Eh, eh, Doug, nunca, nunca fuimos los jodidos Rolling Stones.
Tampoco te creas que mi nombre suena tanto.
Peor le fue a Nico, que se cayó de una bicicleta y se murió,
tú aún pareces estar vivo, también la palmó el bueno de Sterling,
así que de poco le sirvió que le llamara para lo de Europa.
No sé por qué me haces esto.
Igual envidias algo de mí que yo no sé qué es.
Dímelo, a ver si me quedo tranquilo y puedo dormir en paz.
Mucho calor en Nueva York este verano.
Ya está aquí el pesado de Doug.
Nadie se acuerda de que yo también estuve allí,
nadie me pregunta por la Velvet.
Y cuando sale mi nombre, parece el nombre de un impostor.
Compro tus discos desde hace treinta años.
Llevo escuchándote desde hace treinta años.
Arrugas, los dos.
Los dos somos arrugas;
las tuyas, de oro;
las mías, de viento.
(Manuel Vilas, Resurrección, Madrid, Visor 2005. XV Premio Jaime Gil de Biedma)
MANUEL VILAS
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4 comentarios:
Genial...! Pobre Doug. Divertido y doloroso.
Los dos somos arrugas;
las tuyas, de oro;
las mías, de viento.
Gracias, Johnny, por el descubrimiento.
Abrazos.
Gracias a ti, Aurelio, por el comentario. Los tres versos finales son geniales, las arrugas de viento de Doug Yule...
Un abrazo
Joder, que bueno Johnny. Pobre Doug y que cachondo el Lou, 'Peor le fue a Nico, que se cayó de una bicicleta...' jajaja. En fin, asi es la vida. Gracias Johnny.
La vida tragicómica de Doug Yule frente al éxito y la ingratitud de Lou. Gracias, Plácido, por el comentario.
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