SONIA FIDES

LOS ORGASMOS NUNCA DEJAN MARCAS

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Demasiado a menudo somos nada.

La nada es una enfermedad escandalosa,

como lo es la escarlatina en un cuerpo de niño en la penumbra

cuando llega la siesta pero el calor no viene.

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El cuerpo se desentiende de las sábanas.

Comienza a relatarlo la mirada quieta,

que estrella sobre el pentagrama las notas intangibles

de lo que vive contigo y no te habita.

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¿Explotaría mi carne si fuera capaz de mostrar la silueta

de todo mi deseo?

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Date prisa, me han dicho que caducan las caricias.

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No hay realidad más bella

que la que corre por delante de las manos,

por delante de los dedos que persiguen

a una mujer que descarga su almíbar

sobre segundos calientes de la tarde.

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Ahora todo tiene que ver con la temperatura exacta

de lo que no se exhibe.

Espero que los cristales colaboren,

que no se empañen y me sigan el juego.

Quiero devolverle a la tarde mis muslos blancos

para que lama su sombra mi secreto.

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La habitación permanecerá intacta.

Los orgasmos nunca dejan marcas.

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(Sonia Fides, Mirar y ser mirada, X Premio de Poesía “Nicolás del Hierro” 2006)