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PEDRO MONTEALEGRE


3

Todos nos acostamos con un burro y con un muerto.
La fábrica se adelantaba a las frases y al símbolo,
–los condones llenos con maicena, con tinta
del interior de un pulpo. Una vez en el mercado
dijimos: señora, déme ventosas, gloria ignota del mar.
Sudada ante la presencia del maligno, un trozo
de enagua nos dio –para que lloviera– reverso
del poema y la trampa: su corazón atravesado
por humo de tabaco, un humo de pira –mitad del sepelio–:
caía champán desde el meato de las muchachas.
No teníamos eso. Estómago, no: juego de chola.
La paja. ¿La mirada blanca? Los chaperos
subieron –boda y vínculo– al cénit. La sangre se hizo
real, como el golpe, lupanar. Violencia; léase, anótese.

Y si es que rompo una copa con los dientes; si rompo
un lápiz-mina con el culo; si con todo el peso
salto en el aparato del bebé –el que ejercita sus piernas–
y decimos éxtasis, popper bendito –aquél que se inhala–
no el filósofo facha, o fecha; o ficha. El primero eres tú, 
perito en torturar la tragedia, ¿la tengo?; la segunda, el día
de la menstruación, cuando abramos la boca: el tono
de los ángeles totalmente expuesto: los mercados tendrán
razón de quiebra. La tercera, te tengo –hábil calígrafo–
sin duda identificado. Sé lo que respiras,
lo que esputas e impeles. Sé muy bien asistir a una fiesta
y enseñar el agujero en la axila. Y que el golondrino
no haga verano o nido, aunque nos acostemos llorando
con un muerto, y el burro ya lo intuya.


(Poema extraído de su poemario inédito Muchachos cayendo de las nubes)

2 comentarios:

Vanessa dijo...

Este poema es brutal, qué impacto.Con tu permiso creo que lo leeré en más de una ocasión.
Un beso, Joaquín y gracias por seguir presentándonos delicias agridulces o volcánicas.

Insólitos. Caminando por el lado salvaje de la literatura. dijo...

La verdad es que se trata de un poema sobre el que hay que volver, es impactantemente volcánico.
Besos.