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RAYMOND CARVER



LA CAÑA DE PESCAR DEL AHOGADO


Al principio no la quería usar. 
Luego pensé, no, me revelará 
secretos y me dará suerte 
que es lo que entonces necesitaba. 
Además, me la dejó a mí 
para que la usase cuando fue a bañarse aquella vez. 
Inmediatamente después, conocí a dos mujeres. 
Una adoraba la ópera y la otra 
era una borracha que había pasado un tiempo 
en la cárcel. Ligué con una 
y empecé a beber y a reñir sin parar. 
¡El modo en que esta mujer podía cantar y seguir bebiendo! 
Fuimos directamente al fondo. 


SANGRE


Éramos cinco a la mesa de juego 
sin contar al croupier
y su ayudante. El hombre
de junto a mí tenía los dados
en la mano.
Se sopló los dedos, dijo:
¡Vamos, pequeños! Y se inclinó
sobre la mesa para tirar.
En ese momento, una sangre roja brotó
de su nariz, salpicando
el verde paño de fieltro. Soltó
los dados. Se echó hacia atrás pasmado.
Y luego aterrorizado cuando la sangre
corrió por su camisa abajo. ¡Dios mío!
¿qué me está pasando?
gritó. Se agarró a mi brazo.
Oí funcionar los motores de la Muerte.
Pero en aquella época yo era joven,
y estaba borracho, y quería jugar.
No tenía por qué escuchar.
Así que me largué. No me volví ni siquiera,
ni encontré esto dentro de mi cabeza, hasta hoy. 

(Raymond Carver, Antología poética, Ediciones Alma-Perro, 2011.
www.scribd.com/doc/46132049/antologia)

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