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VANESSA NAVARRO REVERTE


DECEPCIÓN


Este silencio que flota entre nosotros
no se rompe con palabras; no las hay
tan poderosas o sinceras.
Antes las hubo, brillantes como gemas,
danzando en la mañana o en la noche,
arropadas por suspiros.
Se perdieron en la bruma,
la palabra en la palabra,
olvidado su sentido.
Frases vacías sustituyen a los versos.

No hay rencor entre nosotros
y la rosa no recuerda nuestra casa,
-un año atrás me enviabas flores-.
El gris se ha apoderado
del anochecer y del alba.
Las sábanas están frías y las velas, apagadas.
Ropa sucia se amontona en una silla.
La mesa de la cocina está tan desordenada…
El suelo, cubierto de migas
y el perro ladra pidiendo comida.

Después de tanta quietud, ¿qué clase de ruido?
Un patético chillido que no puede detenerse,
quizás tos, un golpe, o llanto fingido,
-el auténtico murió para dar vida al silencio-;
un portazo o un silbido.
“No he empezado esta disputa
sin un marcado objetivo”.
Y negamos la evidencia, la disfrazamos
de mala racha o rutina, ocultamos el miedo
a hacerla real.

Estuve una vez a tu lado
y olvidada la pasión me aferré a tus palabras.
¡Qué bellas surgían en torrentes de tus labios!
Se mezclaban con las mías,
se besaban, se bebían.
Ansiaban siempre un nuevo flujo
de sonidos y de vida,
a estrellarse en la otra boca
en oleadas fluían.

Vacíos mis labios ahora y mi lengua, adormecida.
El corazón que una vez latió
de calor, odio y ternura
se transforma en tumba fría.
El asesino es difuso, no restan ni las heridas.

Despertaremos un día
y, al fin, uno de los dos
hará estallar el silencio
con una palabra: adiós.



(Poema extraído del número 12 de la revista  "Groenlandia")

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