Related Posts with Thumbnails

RODRIGO RATERO GARCÍA

 







UN EXTRAÑO AMIGO


Tras el breve y pegajoso estallido veraniego, llegó el otoño. El pueblo se veía encapotado bajo un cielo sombrío y cobrizo del color de una peseta de Franco llena de mierda. Corría el año 1994. España volvía a perder en cuartos de final en el Mundial de Fútbol y en Estados Unidos moría el expresidente yanki Richard Nixon, pero no todo eran buenas noticias. No al menos para Dani y Eric, dos niños de 10 y 11 años respectivamente. El verano lo habían pasado estupendamente en su pueblo. En verano venían amigos de muchos sitios a veranear: Madrid, Bilbao, Valencia y se juntaba una auténtica pandilla. Construyeron debajo del puente, por donde pasaba la carretera nacional, una caseta con palés, cartones y un trozo viejo de uralita. Una auténtica fortaleza, fue un gran trabajo en equipo. Pero había llegado el gris, frío y lluvioso otoño y Dani y Eric se habían quedado solos. Siempre al salir del colegio iban a la caseta, en la que habían quedado como únicos dueños. La mantenían y reparaban si era preciso para tenerla lista para el verano siguiente. Era un sitio especial, allí no había nadie, ni padres, ni profesores ni empalagosos sacerdotes. Era su sitio sagrado, húmedo y solitario, con el ruido de trailers, camiones, coches y el croar de las ranas como banda sonora. Aún así a veces era aburrido. Dani y Eric se llevaban muy bien, pero no era lo mismo que en verano, con toda la pandilla.
Una tarde de viernes Dani llego a la caseta después de merendar. Eric ya estaba allí. Estaba muy callado.
-Hola -saludo Dani-. ¿Qué te pasa? -preguntó.
-¿Quieres ver lo que he encontrado? -contestó misteriosamente.
-Sí, claro.
Eric condujo a Dani hacia un riachuelo cercano que había allí, donde algunos sábados iban a pescar. Se internaron entre la maleza y Eric le mostró a un hombre. Estaba boca abajo con las piernas en la orilla y el cuerpo y la cabeza dentro del agua.
-¿Quién es? -pregunto Dani.
-No lo sé, pero deberíamos sacarlo de ahí.
Con mucho esfuerzo, entre los dos lo llevaron arrastrando hasta la caseta. El cuerpo se lleno de barro. Tenía las ropas mojadas y la cara hinchada por el agua. Lo introdujeron dentro de la caseta y apoyaron su espalda contra la pared. Los dos lo miraron en silencio.
-¿Crees que querrá jugar con nosotros? -pregunto Eric.
-Supongo. Deberíamos quedárnoslo -contestó Dani.
Al día siguiente los dos robaron algunas ropas a sus padres, desnudaron el cuerpo y lo intentaron vestir con ropa seca. Los pantalones se los dejaron a medio poner, el jersey fueron incapaces de introducírselo, ya que el cuerpo estaba tieso por el rigor mortis. Lo bautizaron Pepe. Jugaban con él a las cartas, aunque siempre le tocaba a alguno de los dos tirar las de Pepe. Era el compañero de juegos perfecto, nunca se quejaba y todo le parecía bien. Le pusieron una gorra y unas gafas de sol porque Pepe cada día se veía más feo.
Al cabo de unos días tuvieron que traer muchos ambientadores de pino. Los colgaron por todo el techo de la caseta porque el pobre Pepe olía fatal. Una semana después optaron por sacar a Pepe fuera de la caseta porque el hedor se había hecho insoportable. Jugaban a pasarse el balón. A Eric y a Dani les hacía mucha gracia cuando se lo pasaban a Pepe y le rebotaba en la cabeza. Un día Dani y Eric decidieron que era el cumpleaños de Pepe. Compraron muchas gominolas, gusanitos y regalices. También llevaron un viejo cassette con cintas y pusieron música. Le introducían golosinas en la boca pero a Pepe parecían no gustarle. Después pusieron música y los tres se cogieron de las manos y se pusieron a bailar alegremente. De repente, Pepe por primera vez les hablo.
-¿Qué estáis haciendo chicos? -les preguntó.
Los dos miraron sorprendidos a Pepe. La música seguía sonando.
-¿Qué estáis haciendo? -preguntó de nuevo.
Los dos le soltaron las manos. Su voz era de adulto y se parecía a la de sus padres. Ambos le miraron fijamente. De repente la música se detuvo, se giraron y vieron que un guardia civil había apagado el radiocasete.
-¿Qué coño estáis haciendo, chicos? -pregunto de nuevo el guardia.


(Rodrigo Ratero García, Sexateuko. La Biblia de La Decadencia, Editorial Gradiente, 2020)

No hay comentarios: