Era muy
tarde, el reloj del coche marcaba las 4.17 de la madrugada. Tom arrancó el coche
y salió del tanatorio rumbo a su casa. Tenía que ducharse y descansar al menos
un par de horas antes de ir al trabajo. De repente empezó a llover con mucha
intensidad, tanto que el limpiaparabrisas no era capaz de dejar un poco de
visibilidad en el parabrisas. Tom se equivocó de salida de la autovía y de
golpe se encontró delante de una vieja fábrica de cemento abandonada. En ese
mismo instante el coche dejó de funcionar, era como si se hubiera quedado sin
electricidad. Tom sabía que no era cosa de carencia de gasolina puesto que le
gustaba tener el depósito siempre casi lleno, treinta o treinta y tantos
litros. Sea como fuere el coche no respondía a la llave de contacto, los faros
delanteros dejaron de alumbrar y el panel del salpicadero se quedó
completamente del color de la noche. La fábrica de cemento abandonada estaba en
un lugar apartado de cualquier otra carretera y aunque Tom contempló al
principio la posibilidad de esperar en el coche y confiar de que alguien pasará
por allí, de inmediato vio con claridad que estaba solo y que no podría
permanecer dentro del coche mucho tiempo. La tormenta iba en aumento y el barro
y el agua empezaban a subir por los laterales del coche. Era un mini última
generación.
Tom tenía
cuarenta y dos años, era perito especializado en asuntos como incendios en
fabricas o cosas así. Cuando empezó a trabajar en la compañía aseguradora
" todo cubierto" vivió algún tiempo en Oxford en Dry hill road del barrio de Beckley después la empresa le propuso un ascenso y lo
mandó a Londres. Ayer, y ya habían pasado diez años, regresó a Oxford porque un
amigo de la facultad y compañero de trabajo había muerto en circunstancias
extrañas y Tom quiso acompañar a la familia en esos momentos tan difíciles.
El agua se
colaba por las juntas de las puertas y casi se asomaba por las ventanas.
Algunos árboles frondosos agitaban sus ramas, la cinta transportadora que se perdía
en la oscuridad no dejaba de chirriar, la fabrica estaba abandonada pero a Tom
le pareció ver luz tras una ventana. Tom se disponía a salir cuando de repente
alguien golpeo con fuerza el cristal de la puerta opuesta a la suya. Tom no conocía esta zona, no conocía a nadie.
La fábrica de cemento estaba en Cassington
que está casi en el otro extremo
de Oxford.
(Pablo Guillén Tudela, Sombras de luz y niebla, Donbuk Editorial, 2017)
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