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MALCOLM LOWRY


TREINTA Y CINCO MEZCALES EN CUAUTLA

Este tictac es el más terrible de todos.
Escuchas el sonido del que hablo en barcos y trenes,
Lo escuchas en todas partes, pues es el destino;
El tic tac de la muerte real, no del tiempo;
La termita en el podrido maderamen del mundo.
Y es la muerte para uno, aunque uno no conozca bien
El silencioso tictac del corazón desvaneciéndose contra el reloj,
Su palpitar ubicuo y aún más lento,
Pero que todavía no es el tictac, el tictac de la muerte real,
Sólo el tictac del tiempo —solamente el son del corazón
Cuando la alarma del cuerpo rompe a repiquetear aterrada.
Vibra el refrigerador en la cantina,
Afuera, en la calle, la estación rezuma actividad.
¿Qué puede uno decir cortésmente de un teniente vulgar,
que oculta una mano ensangrentada, y en ella un cigarrillo,
Sino que bloquea un rectángulo de endeble luz solar
En el que jirones de libertad restallan en el viento
Y el relámpago hinca palas azules contra el carbón?
El trueno azota las montañas góticas,
¿Pero por qué tienes que oír, oír y no saber de esta tempestad,
Verla sólo por debajo de la puerta,
En sinécdoques de ruedas y un agua parda que satura el arroyo?
¿En estrías como si unas zarpas desgarraran el agua?
Las ruedas rompen la estela bajo la celosía.
El teniente se mueve, pero la puerta se abre a…
¿Y qué hay de toda esa vida afuera, que no has visto,
Que soslayas, y excluyes o de la que has huido por plantarte en un desolado bar?
No es necesario hablar, conserva un último equívoco;
Tal vez la muerte real está dentro, no dejes que escape.
¿La llevó el teniente al cuarto trasero?
Las escupideras puestas de cabeza pueden indicarlo así, también el vaso.
La muchacha vuelve a llenarlo, sirve un vaso de muerte,
Y si esa muerte está en ella está aquí en mí.
En el calendario ilustrado que mira hacia el futuro,
Los dos renos combaten a muerte, mientras el hombre,
El tictac de la muerte real, no el tictac del tiempo,
Al oír, arroja su canoa a una luna,
Que se ha elevado para traernos la locura paulatinamente.
.
.
SIN COMPAÑÍA EXCEPTO EL MIEDO

Cómo empezó todo esto y por qué estoy aquí
en esta barra arqueada con la pintura marrón descascarillada,
papegaai, mescal, hennessy, cerveza,
dos viscosas escupideras, sin compañía excepto el miedo:
miedo de la luz, de la primavera, del lamento
de aves y autobuses volando a sitios lejanos,
y de los estudiantes yendo a las carreras,
de chicas brincando con el aire en sus rostros,
pero sin compañía excepto el miedo,
miedo de la fuente volando: y todas las flores
que conocen el sol son mis enemigos,
¿estas, muertas, horas?
.
(Malcolm Lowry, Selected Poems, 1962)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Treinta y cinco mezcales o cien mil caballitos de anís, para hundir mi soledad en el mar.

Saludos y enhorabuena!
J. K.

Insólitos. Caminando por el lado salvaje de la literatura. dijo...

Qué bien Lowry y Corcobado en íntima comunión etílica.

Muchas gracias. Saludos