EZEQUIEL PÉREZ PLASENCIA

XXVI
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ANIQUILACIONES
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.....Declaro que un mes antes del viaje recaí en una de esas autodestrucciones tan devastadoras para el espíritu. Dos días innombrables en los que sentí una vez más la tentación de acabar de una vez. La primera fue a los 24, más o menos, y la otra a los 32, de manera más temeraria. Me habían proporcionado facultades para aniquilarme. Había amado más allá de lo razonable a Bernhard y Cioran, que al cabo se fueron a la gusanera decrépitos y desde la cama. Sólo la lucha y el trabajo tenaz me salvaron, no la esperanza de felicidad o placer. A los cuarenta años conozco el yugo constante en la garganta, la escenificación del suceso, imágenes y reacciones, sollozos de amigas y amigos, probable remordimiento, recreación morbosa.

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.....Luego sólo queda caminar de nuevo con denuedo. En esto aventajo a Casey, que lo había intentado dos veces, y a la tercera ganó la muerte.

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XXXVII

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LAMENTO Y TIEMPO

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.....Ah, mi amiga del alma no es amiga de mi piel, y esa carencia duele tanto en La Habana como en Santa Cruz de Tenerife. De modo que me tomé dos días para que relucieran algunas caras que todavía no habían aflorado. El ser humano es poliédrico, y conviene al viajero estimular comportamientos y sensaciones que nos son vedados por la cotidianeidad, so pena de que alguna cuestión esencial quede trasconejada. Conviene tener en cuenta la advertencia de Séneca: todas las cosas son ajenas, sólo el tiempo es nuestro. Para olvidar esa carencia decidí no prohibirme nada, por así decirlo. Recordé que hubo un tiempo en que yo me empeñé en Santa Cruz de Tenerife en ocultar mis virtudes y exhibir mis vicios, como esos santos del Islam...
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(Ezequiel Pérez Plasencia, El Regreso de Calvert Casey. Viaje interior en barrios de La Habana y Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria, Ed. Benchomo, 1999)