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DOMINGO RIVERO

YO, A MI CUERPO
.
¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?
¿Por qué con humildad no he de quererte,
si en ti fui niño y joven, y en ti arribo,
viejo, a las tristes playas de la muerte?
.
Tu pecho ha sollozado compasivo
por mí, en los rudos golpes de mi suerte;
ha jadeado con mi sed, y altivo
con mi ambición latió cuando era fuerte.
.
Y hoy te rindes al fin, pobre materia,
extenuada de angustia y de miseria.
¿Por qué no te he de amar? ¿Qué seré el día
.
que tú dejes de ser? ¡Profundo arcano!
Sólo sé que en tus hombros hice mía
mi cruz, mi parte en el dolor humano.
.
(Domingo Rivero, Yo, a mi cuerpo, Barcelona, Acantilado, 2006)

2 comentarios:

Ana dijo...

Joaquín, lo primero de todo, enhorabuena por este blog que pretendo frecuentar. Lo segundo... qué ilusión que hables de Rivero cuando yo lo descubrí ahace menos de un mes en un viaje a Canarias.
Atención a este otro poema que copié hace nada en mi facebook. Una maravilla:

A LOS MUEBLES DE MI CUARTO (Por Domingo Rivero)

Humildes muebles míos, gastados por el uso,
que a fuerza de servirme ya conocéis mi mano;
su sello mi existencia sobre vosotros puso,
y acaso de dejaros el día está cercano.

Sois toscos como ruda ha sido mi pobreza;
a nadie serviréis como me habéis servido,
y al veros casi inútiles aumenta mi tristeza
pensar en que os aguarda el polvo y el olvido.

Saldréis, cuando yo muera, del sitio en que estáis puestos
y quedará en silencio nuestra estancia vacía;
allí donde os coloquen habréis de ser molestos:
tal vez más que la muerte la indiferencia es fría.

En tiempos ya lejanos, que pesan en mis hombros,
cuando el hogar paterno se convirtió en escombros,
con mi trabajo os fui comprando año tras año
como pastor que forma paciente su rebaño.

Y al cabo del camino de mi existencia triste
sois todo lo que tengo, humildes cosas viejas;
y tú, pobre sillón, que el más costoso fuiste,
pareces el mastín que guardas las ovejas.

Cuando a buscarme llegue con paso recatado
la muerte como un lobo dispersará el ganado.
¿Qué haréis, pobres ovejas, sin el viejo pastor?
Donde la suerte os lleve, os faltará mi amor.

Y tú, viejo sillón, de mi tristeza amigo,
que crujes al sentarme, quejándote conmigo,
si a mí gruñirme sueles sabiendo que te quiero,
¿qué harás cuando al fin dejes de ser mi compañero?

Desvencijado y solo, acabará tu historia
en un lugar sombrío de la que fue mi casa.
Quizá porque no muera del todo mi memoria
un clavo tuyo tire del traje del que pasa

Insólitos. Caminando por el lado salvaje de la literatura. dijo...

Muchas gracias, Ana. Gracias por compartir este gran poema de D. Rivero.