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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ, GANADOR DEL I CONCURSO DE CUENTOS EZEQUIEL PÉREZ PLASENCIA


Mañana viernes a las 18:00 H. en el Café-Bar Mr. Witt (Cartagena, Murcia) se hará acto de entrega de este galardón por su obra "La nota manuscrita" (más información AQUÍ). 
Mientras tanto disfrutemos de otro relato de este autor madrileño basado en hechos reales:


La historia de Harold Whittles

        La sala de espera es un lugar frío y silencioso. El suelo, las blancas baldosas del suelo, parecen mucho más muertas, más inertes, más insensibles, que el suelo de cualquier otro lugar.
El pequeño Harold espera junto a su madre, sentado en una incómoda silla de plástico. Sus pies quedan colgando en el aire; no tocan el desangelado suelo, y eso le alivia. Su madre viste un traje beige estampado. Tiene las manos encima de las rodillas y no para de mover los dedos. Parece nerviosa. Está nerviosa.
Harold mira a su alrededor. En la sala hay más gente; todos están enfermos, pero al pequeño le parecen más que eso, le parece que todos estén muertos. Sus ojos no tienen vida, no brillan; y sus miradas se pierden en el vacío.
Una puerta se abre y el doctor se asoma a la sala de espera, echa un vistazo a su alrededor y llama Harold por su nombre, aunque el chico no puede oírle.
La madre del pequeño se levanta arrastrando a éste del brazo. Saluda al doctor y entran en la consulta. La puerta se cierra.
El doctor es un hombre corpulento, de unos cincuenta y cinco años; su cabello es blanquecino, como si le acabase de caer una nevada encima, sus carrillos están sonrojados y tiene una gigantesca sonrisa dibujada en el rostro.
Harold está asustado y cierra los ojos mientras el doctor le examina los oídos. Así, con los ojos cerrados, al pequeño le parece que el mundo haya dejado de girar.
Todo está oscuro y silencioso. Percibe un lejano olor, quizá desinfectante, aunque no está seguro. Se imagina que el cielo debe oler de esa manera; como si continuamente lo acabaran de limpiar.
Entonces ocurre algo inesperado. El pequeño Harold cree percibir un sonido. El doctor camina por la consulta y le parece que de forma casi imperceptible pueda escuchar sus pasos; muy a lo lejos, como si fueran gotas de lluvia chocando contra el asfalto.
Asustado abre los ojos e intenta buscar a su madre; la luz de la sala le ciega y no consigue ver con claridad. Desesperado intenta llamar su atención y, sin darse cuenta, emite un resquebrajado sonido intentando que su madre se acerque. Y justo en ese instante, en ese preciso momento, el pequeño Harold Whittles escucha por primera vez su voz.

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