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VÍCTOR HUGO VISCARRA

 


RECUERDO PERDIDO EN EL DESEO 
(Para Marisol, dondequiera que se encuentre) 


   Esta noche, sin habérmelo propuesto, mis pasos me
han traído al interior de este prostíbulo que, como
bien sabes -¡qué vas a saberlo, si tú no lees ni los
periódicos!- es el putero más famoso de Tembladerani. 
   Yo no tenía la intención de entrar a este local, pero,
como la lluvia que está cayendo insensiblemente sobre
la ciudad pretendió humedecer mis pensamientos, fue
por eso que entré aquí para guarecerme. 
  Y, mientras estoy apoyado sobre una de sus paredes
fosforescentes, maldigo mi insolvencia porque no me
permite comprar por lo menos un vaso de cerveza a
manera de matar el tiempo. Y los clientes, que uno
tras otro ingresan a este local, pareciera que estuviesen
ingresando a un recinto religioso, porque están
temerosos y cohibidos, mas, cuando abandonan las
piezas donde compartieron sus intimidades con las
mujeres que trabajan aquí, salen como liberados de 
culpas y pecados. 
   Es entonces que me acuerdo de aquella otra noche
en que nos conocimos, cuando los dos estábamos
quemando nuestras soledades en el interior de una
cantina, y nuestra exagerada afición por el alcohol nos 
sirvió para presentarnos. Y fue ese mismo alcohol
el que en un momento dado nos transformó de dos
seres humanos en dos animales en celo: y el baño de
dicha cantina, sucio y pestilente, donde se conjugaban
vómitos y porquerías, se convirtió en nuestro tálamo
nupcial. Tú te recostaste sobre el inodoro, y mientras
una de tus manos se aferraba a mis espaldas, con
la otra sujetabas el picaporte de la puerta, mientras
me susurrabas melosamente en el oído que me apurase,
porque alguien podía sorprendernos en pleno cachivache. 
   Semanas después, en otra cantina, yo estaba
quemando con licor mi tiempo inservible en compañía
de otro borracho que conocí tragos antes; y, cuando le
conté la manera como te había conocido, él me dijo:
"Ésa es una cualquiera a la que basta que le invites
unas copas para que te abra las piernas”; y, como si la
cosa no tuviese importancia, agregó: "Mujeres como
ella te pueden ensuciar el alma...” 
   Bueno, ya ha dejado de llover y tengo que
reemprender mi caminata interrumpida hasta el
cuchitril que me sirve de morada, y mientras voy
caminando me pongo a pensar que si, algún día, un
escritorcillo ocioso escribe la verdadera historia de la
prostitución clandestina en la ciudad de La Paz, y en
ese libro a ti no te mencionan es que estaré convencido
que manos puritanas y moralistas le han arrancado sus
más bellas páginas. 

(Víctor Hugo Viscarra, Relatos de Víctor Hugo, Editorial Tercera Piel y Faccia-Studio, 2005) 

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